- 133 -
noviembre de l 552, al frente de unos 60 hombres.
Entre ellos venía su hijo don Valeriano, «sus cua–
tro sobrinos · Antonio, Juan, Rodrigo
y
Nicolás de
Aguirre, Juan Morales, Pedro Núñez Rol lán, Fran–
cisco Carvajal el viejo, y el más principal <le todos
ellos don Gaspar de Medina, gran amigo de Agui–
rre (Lozano,
op.,
t.
JV,
pág.
133;
y Larrouy,
op .,
pág. 472).
Tan rápido anduvo don Francisco que al mes si–
guiente se encontraba sobre la desprevenida del
Barco, donde cayó de noche - para mayor seguri–
dad - y se apoderó de ella, sin
resi~tencia
aJguna.
¡Sería de ver el susto de los pacíficos vecinos ante
esa tromba guerrera que, sin saber (le dónde, se les
echaba encima
!
Una vez en la ciudad, prendió Aguirre a los alcal–
des, regidores y gentes principales,
y
despojó de sus
armas a 1os demás ...
A poco llegó Núñez de Prado, sabiendo la nove–
dad y fué
pre~w
también y remitido a Chile, con .
otros compañeros en desgracia. No contento con
esto, mandó Aguirre deportar al Perú a Fray Gas–
par de Carvajal, vicario foráneo, y a otras veinte per–
sonas ami as de Núñez de Prado. Al Padre Alonso
Trueno, el otro religioso que había en del Barco, le
cupo igual suerte de deportación.
Hecho esto, se hizo nueva designación de autori–
dades, ante las cuales leyó Aguirre sus poderes, ha–
ciéndose proclamar, por tanto, legal 8ubstituto de
Núñez de Prado (Silva Lezaeta,
op.,
págs.
118-119).