EN LA TIERRA DE LOS INCAS
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y alpacas que conducían los viajeros, o eran enviadas de los
valles a las lla.nums del Colla o.
Desceudimos por en medio de escarpadas montañas, don–
de el camino
y
el río e dis¡.mt:=tn el paso, con el eter·no invier–
no entronizado en las altur·as. apurando unas veces·
nue~tra
mula, a través de seccione::;.de tierra.
ango~tas
pero C:H;:tbles,
deteniénrlonos otras veces para
descan~ar
en la.::; curiosas
aldeas de indíge11as
Ccauchi~.
famosos en la hi::;toria de los
aborígenes.
El descenso del paso de La Haya al valle del Vilcnnota
es rá,pido
y
.antes de mediodía comenzamos a sentir el cam–
bio de temperatnra. Hasta las fuentes termales de Aguas
Calientes, a la distancia de dos leguas, habíamos descendi–
do mil quinientoA pies. Las aguas de estas fuente;;; se
con~i
d~r·an
medicinales para
ciert.asenfermedades, y hay cerca de
ella:-; unas cuantaR chozas pequeñas de piedra bruta (sin
pner·t,n.s ni contraventanas para cerrar la.s entradas), donde
pueden alojarse los enfPrmos, 1levando, por SllllUC.Hto, sn
propia cama;, u ensp¡o e cocina y provisiones.
1~1
pequeño
an·oyoqueenl 11-an
sersc~Irr·ía,
medio con,o·elado, de
la laguna de La Ra
ra
.
había
conv~·rtido
ah
tes del medio
día, en un río considerable.
y
ante. de 1:"LT10f!h(>Cer, conía, ape-
nas vadeable, p
J'
aH
.strecho, pero fértil.
·
Er·a invierno
y
los ea.mpos estaba·n secos y marchitos,
pero veíamos en los costados del carnina el rastl'ojo oel tri–
g·o, la ePbada
y
el maíz,
y
a gTandes dist.anciH.s un rústico
molino harinero. En las quebradas prec1pit.o as que se
abren en las ml)ntañas
se
construyeron terraza"' escalona–
dAs, dAsde la ribera, formando
~:>n
conjun1o campos de culti–
vo o jardines triangulares, en los que pueden verse chozas
medio ocultas
ent.relas matas de la quínua
y
la flor drl In–
ca. Son
mA.s
frecuentes la!': casfl .v loR pnebloR lo mi"'–
mo que sus habitantes parecen relativamente económicos.
Pudimos conseguir comictCL par·a
uuest.msanima les a precio
;ndetP.rtnirH~do,
y
los huevos r..sultaron un lujo en rel11ción
con nut>Rtra hacienda.
Los indíg-enas que encontramos son menos atezados
;r
ho co. que lof:l del Callao, y ent,imos un instante de go–
zo
d~
orig·en el más
ine~perado:
el grito de una criatura. En
sum
gnimo la senda de Manco Ccapac, satisfrcl os d:: c¡ne
el ''alle del Vilcanota le habría
¡
rodncido mayor placer a él,
que v nía d su fría
;r
~.rida
roca del Titicaca.
Pro 2;nimo la ,jornada sesenta millas más adelante
ha ta londe
e~
arroyo. que se escurre de la lagunilla de La
Ha.ya, e trasforma en un .río. invadeable
y
recibe el nombre