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EN LA TIERRA DE LOS I):llCAS

27

que habiéndose dormido n.l medio día o en un éxtasis, se le

apareció un ser celP.stial, blanco

y

barbado, con un ropaje

largo y flotante y le dijo: ''yo

~oy

hijo del Sol, hermano de

Manco Ceapac. Mi nombre es Viracocha

y

he "!ido enviado

por mi padre para advertir al Inca, que las provincias de

Chinchaisuyo se han levnntado en armas

y

puesto en

m~r­

cha para destruir la Capital Sagrnda. Ellnca debe prepHt–

rarse. Yo protegeré a él

y

a su Im¡.Jt'rio". Y q ne ensep:uida

la Yisión

de~apareci6.

Pe1·o el padre

escuché~

con impacien–

eia

y

de~<agrado

Ja¡:; súplica!" de sn hiin. r¡'nién desde entonces

tomó E>l nombre de Viracocha. El Inca uo tomó ninguna

medida contra. la catástrofe p1·edicha.

P~r·o

a· los tres rue–

ses fné alarmado con la noticia Je invasión de los insurgen–

tes

Chi11rha~nyos.

A

terrado por habE>r mfmospredado el

pr·e:-:r~g:io

divino y creyendo que

~u

destrucción era inevita–

blP, nbanrlonó la Capital, y fué

t1

encerra.r·~e

en la ciudad

fortificada de Muyna-las ¡·uim1.8 de la cual aun

~xisten-para

espemr que se cumpliera

!:lll

de¡:;tino.

' El pueblo, aqandunado por su rey y sobrecogido de te–

.rror, comenzó a h)lir er1

toda~

direccio!)e&, cuando se presen–

tó el joven Inca Viracocl Acon los pastores de Chita. Hu Ya–

lor. sus pnlabms inspin.1i las y elevado E>spíritu, reanimaron

e hicieron volver a los fuaitivos. El príncipe los envió a su

padre

pe~

ra., que le pidie.:rP. n q ne

!)e

pusiera aJa caJbeza de su

pueblo

y

vol vie1·a l 'uzco para. defender

val~rosament_e

su

Imperio. Pero todo fué

yano. El monarca pusilánime se

negó a s1:1lir de entrP lo!': muros de i\lnyna.

Viracocha resolvió entonces 1-erlimir el ·ho11or de su raza

y defender su imperio. Voldó Hl Cuzco, tomó el mando de

las tropas que pudo rennir,

y

sn.li6 en busca de los Chincha–

suyos y los batió con fuerzAs murho menos numerosas. El

espíritn blanco

y

barbado que se le apareció en Chita fué

fiel

a.

su promesa

.Y

las piedras mismas se trocaron en hom–

bres blaneos

y

ba1·bados, cuando las fuerzas del joven Inca

pn.recían flaquear en la bat.alla. Vir·1wocha ganó una señala–

da victo1·ia en la llanura que lleva aún el nombre de Yahuar

-pampa, o campo sangriento, que entonces se le puso.

A

petición de su pueblo agradecido, Viracocha, depuso

a su padre

y

ciñó el

llauto

imperial. En acción de graciaR

al poder

y

a la intervención del didno Viracocha, el joven

Inca ordenó la construcción de un suntuoso tem lo, desti–

nado a su culto, en Cacha. Por qué allí

y

no en Chita donde

vió por vez primera al espíritu, o en la llanura de Yabuar–

pampa, donde aquel luchó por el bizarro Inca, no lo dicen

los cronistas

y

confiesan que no pueden explicarlo. Pero al-