22.
EXPLORACIÓN E INCIDENTES DE VIAJE
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:Debo advertir que en varias ocasiones di a entender a
Pedro Lobo mi compasión por la prematura muerte de su
hija Manuela. De aquí dedujo que aludiendo a ella, ablan-
. daría. mi corazón
y
disipada la c6lera que pudiera experi–
mentar por la fug-a rle los
pollos.-En
SanttL Rosa. los
Andes
y
la Cordillera
(1)
forman uu nudo
y
pront,o nos
encontramos rodeados por sus abra:-;. disputitndonos el'
paso con las aguas superiores del rí.J
Pucu.ra.De
~anta
Rosa a la abra
hay
cinco leg-uas de viaje forzado. El paisa–
je es grandioso
y
ubrur•tCJ y se parece a l del v<tlTe de !--au–
terbrunnen, en Suiza o a la Cnesta (ie. Bell anzona al Paso de
San Gotardo. No hay casas. sólo aquí y acul lá. en lug-ares
prominentes, se ven ru in as de los 1Fw1-tampus, bajo cuyas
par~des
derruidas, a lgunos viajero8 iudígPnas se agrupan
ateridos, a l rescoldo de un hogar de boñiga humeante, en'
que eocinan un miserable chupe. E l viento sopla ·por la:; ca–
fladas con temible
violenr.ia, arrastrando la arena
y
los pie"·.
drecillas del
á~pero
camino y las menudas
Psqn irln~
de roca
desintégrada, que
~e
clavan en la piPl agrielh:tda
y
aclolori–
cila, como la- eet a p, a sta que la sat1gn goteu de las herid as.
Nuestr8-S ulas se
'sten a p:Jimr cont r·a el viento
y
vuel–
ven las grupas constantemente o se obstinan eu no dejar la
protección -e alguna. roca que defiende de la, furia del \'Íento.
']odas las
l @n
a ñas_ que nos rodean están cubiArtas de nie–
ve, la ·cual es arrastrada por el viento de las a lturas que so–
pla en remolinos,, sobre nosotr·os, cuando a ig·una ava lancha
se precipita de las amenazadoras crestas que se inelinan, co–
mo se comban las olas del mar antes de
estrellar~e
en la ori–
lla. Nos aproximamos a un desfiladero estrecho. El río es–
carchado oon cristales de nie,·e. se p1'ecipita entre un pre–
cipicio por un lado y los ándos peñascos po1· otro, quedan–
do reducido el camino a una estrecha repisa sobre el preci–
picio,
t.ana ngosta que los animales no pueden cruzarse.
Apenas negarnos a estf> pun to ·llevando por delante una mn–
la de carga con matad ura q,ue iba de balde
y
libre, cuando
oímos el silvido de alarma de una partida que se acercaba
.por el extremo opuesto, sonido que ya habíamos uído antes,
pero qae medio
ensord~cidos
y
cegados confundimos con el
rugido del viento. Intentamos ha..;erregresar a la mula,
pe.roella se adelantó, en tanto que nosotros regTesamos hacia la
parte más ancha del desfiladero para plegarnoR contra .el
cerro y dejar pasar al que venía. Era éEte un hombre eviden–
temente de posición, pero que llevaba antifaz y
anteoj o~,
[1].-
Véase nota
(2)
pag. 10
y
(a) pag. 16.-N. deZ T.