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hlerrM candentes; friyéndose en pailas,

otrru~;

mientras frailes y abadesas, en tropa, toman la flo–

rida senda del cielo escoltados por un ooro de

se–

rafines .....

Yo he visitado templos célebres en América, ea–

tedralel'l y basílicas ; pero ninguno me ha dado la

nota típica que ofrece San Lorenzo de Potosí. Deser–

tando de las capitales, donde la propagación de la

fe reclamó siempre el templo suntuoso, he visitado

notaoles oratorios en humildes alquerías indígenas.

Gopacabana, a orillas del

~ago

'Piticaca, r eprodujo

¡po m no de jesuí as, el bizantino de Santa Sofía.

!Pomat , en tierras del l?erú, perpetuó por obra de

do ínicos el m zarábigo sobr& piedra milenaria.

a-a:a templo aseguró, para la investigación futu–

¡r-a,

una pecu ·arida de la épooa. Pero ninguno

ha sintetizado en su conjunto las características

generales de aquella edad, para trasmitirla al fu–

turo en profunda leceión. San Lorenzo es único

en ese sentido.

.Y

no es la variedad del templo, ni

su artesonado,

ni

la estática de sus naves, - que

aquellas naves nada dicen que no sea en el len–

guaje espiritual de la leyenda - ... Es su pórti–

co regio, singularmente educativo

y

evocador. Con

destino a iglesia matriz, plantaron sus sillares al

propio tiempo que se erigía San Francisco. Pero,

disposición posterior, tronchó su destino de templo

sufragáneo, acordándose tal ejecutoria a la nueva

M.atriz, de adobe crudo, levantada de prisa

y

en

el corazón de la ciudad. Tal decepción dió al tras-