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rabel

C),

más que con el misterio de la cruz. Para

engañar las vigilias del mitayo, debieron adoptar–

se y componerse motivos poéticos que distrajeran

la eterna noche de los socavones, villancicos sua–

ves para .el templo y letrillas para los sembríos.

[Nli quechuas ni aymaras, magüer la intransigencia

de sus apologistas, debieron conocer los recursos

armónicos y arquitecturales del verso. Creo ha–

ber encontrado la razón de esta característica, -

aunque tal declaración me <meste la ojeriza de los

que aceptan como genuinos de la musa primitiva,

los modelos que recoje o "inventa'·' Gar cilaso. -

La manifestación poética de los quechuas, nunca

fué en

él

recital si no en el canto. De esta com–

binación poética-musical, se im uso el

eapric.ho

es–

trófico.

a ma

ocue te expresión de entli.men–

talidad en e ind·o, se revela por su lauta. Y es

una caracteristi.J a elo ente. N unca e;fee ta dos

veces con

~

1

ma exactitm un motjyo cualquie–

ra. P a

'1.os

reconstrnqtore y antologistas de m'P.–

sica indiana ésto ha sido un escollo. Y de ahí que

hasta el repertorio de los salones no haya llegado

sino el remedo de los grandes motivos, entre los

cuales se encuentran un '" himno al sol"

y

otro en

(1) Parece ser que los misioneros españoles, usaron

indistintamente el violín

y

el rabel. Me ha llamado mu–

cho la atención en mis viajes al Paraguay y Bolivia, el

empleo, entre la gente del pueblo, de la voz "rabel" co–

mo equivalente a "violín", y la aplicación de "rabelista"

al que ejecuta el violín.

La

antonomasia, difundida en

todo lo que fué el vasto dominio jesuítico, nos da a

sospechar que el instrumento pastoril de tres cuerdas,

fué

también recurso sentimental, y muy divulgado, de

los frailes de la Compañía.