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tan los versos "La Partida••, en el mismo tono

estrófico que la conocida composición de Balcarce

y en cuya difusión han conseguido notoria fama

por los pueblos de la altiplanicie. Veamos lo que

nos dice una estrofa, como noción para el ilus–

trado lector, de lo que resulta en el verso caste–

llano, la magnífica hipérbole que corresponde al

pie V del poema:

"Si ansiosa

y

sedienta por tiera·s de abrojoa

A solas ya cruzas un seco arenal,

La nube que formen llorando mis ojos,

Da'rate, paloma, su fresco raudal".

La exige cía rítmica del an¡tpulos@ dodecasíla–

bo, preten e <;Iecir o ql!te el indio había dicho en

seis pal{lbr

:

d

Ya

a tar;i"

( u a do

la sed) ,

.. nihuajtiyqui ·" me

igas que te aq1!le,ia), "na–

huillaycun2 '

e

lanto d mis ojos, o

mis

lá–

grimas),

~P

uyu uc1!lspa'

(convirtiéndose

en

llanto), "ujyachisuncka'" (te haré beber o miti–

gará

tu

sed).

No se necesita una palabra más para tan bello

decir. Esta estrofa y la IV, constituyen

la sínte–

sis amatoria de la composición.

¿

Qué erótico ha

llegado más alto

1

Se sospecharía, de primer inten–

to, espigada en el campo hiperbólico de los C:anta–

res de Salomón. Pero es que estas figuras del ver–

so quechua rayan en la lírica

y

en el sentimiento

emocional, mucho más alto que los versos bíblicos.

Aquí no hay lascivia ni apasionada carnalidad.

Aquí no se busca el recurso pecaminoso para el

triunfo de la liviana emoción. Esto es sensitivo

y no sensual. Esto es apasionado, pero lleno de