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generosa castidad. Y si hay un mú.sculo que

e

e tremezca, debe ser el corazón de la amada, por

aquel treno de angu tia

y

de amor,

y

no porque

la lujuria

'~levara

la mano por el re quicio

y

se

estremecieran las entraña ", como menta el libro

cristiano ...

E1 triunfo fundamental de estos ver o

radica

en la sincera pa ión que supo in pirarlo . De la

emoción no hay que hablar, ni del sistema induc–

tivo. La última estrofa fué interpretada como una

profecía. Debía el Mi ti, volcán de sus J!layores,

quemar en su propia llama, el hilo de esta emo–

cionante pastoxela. Y casi al propio tiempo que

Huallparrimachi caía en las guel(rillas defendien–

do la

,att].a,

amada al J2Íe de

·s ·, -

Are–

quipa, -

r ndia su vida bajo el hábi o monacal.

d 1perú

..

.

Veamos ahora el concepto que nos merece esta

composición, en lo que se refiere

a

la originalidad

de su contextura estrófica.

El ritmo y la rima de la poesía quechua y ay–

mara, obedecen a una necesidad utilitaria de la

conquista. Se enriquece la tónica y se orienta el

verso aborigen, como medios persuasivos para la

sumisión. Estas reformas espirituales debían ope–

rar con mucha más eficacia que el poder de las

armas. Y así vemos a los gloriosos misioneros in–

cautarse del alma de las tribus con el lenguaje del