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ra, su madre, llevaba en sus venas sangre de Huas–
car. Francisco de Paula Sanz, su padre, era hijo
natural de Carlos III y de una princesa napolita–
na. María, robada a los siete años de edad, del
Cuzco, por el judío
J
acob Mloisés, disfrazado de
"'portugués Gamboa"', fué a pasar su juventud
a la Villa Imperial. Allí nace Juan, el poeta, que
bautiza el oidor Cañete y que sigue el destino erra–
til
de sus indios, llevado por arrieros al villorrio
de Macha. Gamboa se ahorca y María mu.ére en–
venenada por designio de una rival.
Crece el retoño al amparo social de los comuna–
ríos. Añorando el ·mperio perdido, adopta el nom–
bre de uno de sus abuelos: Ij[uallparrirnachi. Por
orgullo n
iYo,
J?O
altivez, por el alnra montaraz
que le re1Joza e
la entrañas, defecciona su abo–
lengo :wateruál. Y va a arr-as ar su
~ns~eño
por
la triste mo t-añ
y
el
vall~
juvenil. Viste el sayal
serrano.
~e
adie tra, -
cine eta
y
guerrero, -
en la honaa y la maek!ana.
como
aJ
ratos apa:–
centa rebaños y sacude sus penas en el polvo y la
luz de los caminos, busca en el carrizo hueco, la
dulzura de una pastorela o la congoja de un ya–
raví. ¿Concebís, ahora, cómo pudo pecar de poe–
sía este indio singular? ¿Y Galatea? -
me di–
réis. -
Porque la semblanza de Corindón no se
concibe sin la dulce zagala que gustó las fresas
silvestres del predio y tejió consejas de amor, mien–
tras las ovejas balaban en el aprisco. Galatea
fué
Vicenta Quiroz, una chola de Parco, que encendió
en nuestro poeta la más viva pasión.
m~
este idi–
lio nacen las más sentidas trovas: la "despedida",
que nos ocupa,
"Uyarihuay ~'
(óyeme), "iMJU.nac–
kusckay" (mi querida)
y
''
Astahuauraj" (algo