PLATA Y BRONCE
I
Pensaba la longa con la cabeza entre las manos. .Su
amplio pecho se levantaba, a intervalos, arrastrando en su
movimiento a la camisa de lienzo blanquísimo
y
a las
huallcas
que adornaban el cuello turgente
y
moreno. · La
longa lloraba ....
En vano su compañera obstinábase en calmarla. La
mimaba rudamente. Con sus toscas manos ali ábale la ca–
bellera· negrísima
y
pugnaba por descubrirle la cara para
acariciada.
Acabó por vencer el dolor.
Gemían la'S dos indias
y
sus entrecortados hir>os lle–
nabaiJ1 -el ambiente de la choza, que, alejada del camino, se
·erguía éomo una pobre flor de vida, en la cima del tallo
berroqueño fingido por el peñascal que caía a plomo sobre
el cauce de un torrente.
Largo tiempo lloraron las dos indias abrumadas por
su dolor oscuro
y
concentrado. Al fin se serenaron.
Jóvenes eran
y
bellas, con esa belleza vergonzante,
humildosa de las mujeres de su raza que ocultan de la sa–
lacidad del blanco sus deslustrados encantos.
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