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Su angustia por ocultar sus emociones les impidió.
observar la instantánea trasmutación del indio.
Regresó el indígena a su puesto. Los patrones ms–
peccionaron el trabajo de las otras eras.
En una pisoteaban el trigo parejas de caballos. Más
ágiles, •los equinos daban vueltas con rapidez y ejecuta–
ban de prisa la separación del grano ele las brácteas que
lo cubren.
Excitaban los indios a las bestias sudorosas con perse–
verancia inclesmayable. Pisaban en falso, a veces, y
caían ruidosamente. Los trallazos se sucedían sin inte–
rrupción.
De una en otra ele las tres eras en que se trabajaba
con igual afán. renovando el cereal ya bien pisoteado;
andaban indios
repartidons
ele chicha ele las maltas alar–
gadas. ele barro rojo. y del trago ardiente de •los
puros.
Los licores fuertes y tan repetidamente ingeridos exal–
taban a los indígena . Sacudían su marasmo y les daban
fervor para el trabajo.
Gah·anizado por el alcohol, el indio es un obrero
anheloso que termina su tarea rápidamente. Sin el aguar–
diente, es máquina inerme que sólo se moYerá bajo el láti–
go del mayoral.
Muerta la personalidad, por4ue religión, Ytcto
y
ex–
plotación aumentaron sus fuerzas
t~nebrosas
para consu–
mar el asesinato.
el
indio no tiene más ideal ele su po–
bre vida sombría
y
martirizada que la fiesta reíigiosa, la
borrachera innoble y el ''pleito'' en el que le enreda un
blanco para defenderle ele otro
y
hacerle fácil presa ele su
histórica rapacidad.
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