FERNANDO CHAVES
Los peones regaron en la era con ordenado descon–
cierto las gav;llas úureas. Las espigas hacia el ·centro.
-José Tomás, trái las yuntas-ordenó el Gregario
a un indio retaco y ancho de espaldas que comía los poro–
tos extraídos cuidadosamente de un mate sucio.
Se levantó el indio y cumplió la orden. Del cabes–
tro atrajo una yunta a ·la era. Entregó la cuerda en ma–
nos ele otro indio y fue en busca de una nueva yunta. Y
así, hasta cuatro .
. Luego, a una señal del Gregario que empuñó un enor–
me látigo, el boyero, los indios que guiaban a los bueyes
comenzaron a formar círculos apretados sobre la masa del
trigo.
grandahan los círculos y alentaban a los anima–
les tardos con insultos y gritos ininteligibles.
Los brutos resbalaban en lo · pulidos tallos del trigo,
anclando con dificultad. Renegaban los conductores y lu–
cían palabras fuertes dichas en quechua.
Las puyas se ensañaron en las ancas de las bestias
resoplan tes. Las pezuñas hendidas no encontraban ele qué
asirse en las gavillas que se hundían con el peso de los
bovinos.
Vueltas y más vueltas, sin número. Los indios apa–
cibles, con los bordes de los ponchos a.lzados seguían la
circunferencia primera: con un ritmo lento, inalterable.
No se movía un sólo músculo ele sus caras como puertas
cerradas, inexpresivas, vacías.
Lo·s indios que quedaron fuera del montón de trigo
pisoteado asustaban a los mansos cuadrúpedos con voces
de instigación.
Traiga copita taita Rafel--gritaron a un mayoral
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