FERXAXDO CHAYES
más fuerte la detenía. Paladín aislado de la civilización,
debía quedarse como Leonidas aunque no tuviera ni siquie–
ra el epitafio del espartano.
La yaronil muchacha no fugaría. De frente a la ad–
ver- ic!ac!. rígida, enhiesta como esos picachos andinos que
r efulgen más airosos después que la tempestad rugió en
sn torno. dejando un cielo limpio; allí se aferraría. .
Su manita rosada esclavizaría la garra de la fiera anó–
nima y cobarde que a1listaba
el
zarpazo,
Y aguardó inmutable los acontecimientos. Una ola
cle incertidumbre le subía a la garganta para retroceder
empujada por su valor consciente, por su fría resolución
de esperar. alta y clara, los cenicientos 1;amalazos ele la
suerte.