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rotar el redil sumiso, a dañar la co echa inagotable

del

representante de · Dios .... Había que fulminar a la im–

pura, a la

liberal,

a la descreída.

Las parrafadas profanadoras

y

ele castaclas del fraile

seguían cletonamlo con ruido ele torrente o de pirotecnia ba–

ra_!a dentro del "sagrado recinto.,. revolando como lechu–

zas sobr _ las frentes oblicuas

d~

los feligreses. mientras

afuera, en el patio conventual, los "sobrinitos del cura't

jugaban

y

gritaban hasta enloquecer,

y

la criada. una cho–

la suntuosa. arrastraba sonoramente sus dos quintales ele

carne santa. macerada por las disciplinas, . clestt·ozacla ele

los cilicios con que las atormentaba su dueño, siguiendo

el ejemplo edificante. biológicamente heroico del ''señor

doctor'' ....

Del sermón salieron las gente<> convencidas de que

hasta el asesinato ele la maestrita era t1n acto de noble mo–

ralidad.

Cuando el señor cura lo decía .... ·

Una rabia sorda les desleía la entrañas incitándolas

a

consumar un atentado contra la atrevida.

Su

cenestesia

primitiva

y

simple les exigía la visión del dolor

y

del mar–

tino. Los trasgos de otros siglos se materializaban ro–

deando con sus alas de pesadilla la figura blanca, inocen–

te, ajena al peligro que la envolvía, ele Celina.

Fueron la comidilla del día entero al

mal porte

de la

maestra

y

la predicación del levita. Voces airadas ele pro–

testa zumbaban por todas partes.

Eso era inaudito. Insoportable. Escándalo semeJan–

te.

nunca presenciara e•l pueblo de las Antúnez

y

cien

más ....

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