PLATA Y BRONCE
-Te he dicho que yo únicamente lo píenso. Me fal–
ta vigor para la acción. Somos unos cobardes
* *
*
En e e instante llegó un indio fren ético. . . . . _ \ ca–
rrera tendida recorrió la distancia de dos legtJas que sepa–
ra la hacienda del pueblo.
-Patrón-elijo a Raúl. Para tomar aliento se de-
tuvo.
-¡Habla !-impuso asustado el j<;> ven.
-¿Qué hay?-chilló Hugo.
Respiró el indio trabajosamente. Con un movmnen–
to ele émbolo subía y bajaba su amplio tórax.
Al fin habló.
-Los de
puel~lo
van a matar a la ··1nai stra ele escue-'
la". La señora Rita dice que avise a niño breve, porque
ya
desque.
están reuniendo.
; Me voy yo! Quédate Raúl-gritó Hugo . pal–
pando en su bolsillo la Browning que no abandonaba
nunca desde que entró a la hacienda.
-Espera Hugo. te acompaño-dijo Raúl. Te puede
pasar algo.
-Confía en mi serenidad.
Volteó al caballo bruscamente. Hincó las espuelas
y
partió al escape por los 1·astrojos hada el camino.
Las última palabras ele Raúl mandando que le acom–
pañaran el mayordomo y el escribiente no hirieron sus
oídos. Para él se perdieron en el viento.
Los dos cholos imitaron a Hugo y se lanzaron a ca.m-
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