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santos sac:ramentos que será un gran medio para su combersión
y
atraerlos berdaderamente al conocimiento de la sancta fee catho–
lica porque los que vienen des.paña clérigos de santP'edro o re.Ji.giosos
como no la sauen no pueden hacer oficios de curas en mucho tiempo
y
aunque curssen en oyrla y acudan al cathedratico par:a. cuyo efecto
mandó Vuestra·Magestad fundar cathedra y esta fundada en este lugar
tardan en aprenderla y nunca acauan de saverla con perfec:ción y los
nacidos acá
'la
mama en la !·eche ¡por cuya cauissa son más efectiuos
para los yndios que los que bienen despaña y auiendo Vnibersidad se
prouee a todos los estados y asi se a visto en todas las prouincias don–
de se an fundado Vnibersidades y se a esperimentado ser vna de las
cosas ymportantes para el remedio y augmento della el auerlas plan–
tado demas de que conuiene se haga en esa ciudad por ser caueza des–
tas provincias
y
estar en comarca y distancia a donde pueden acudir
de los ovispados y gouernaciones del Río de la Plata, Chile, Tucumán
y Sancta Cruz de la Sierra".
El!tas notas que podrían ampliarse indefinidamente, bastan en
lo que hace al siglo XVI, para R!'ecisar el estado de esphritu de los re–
yes, la sinceridad con que apetecían la evangelización de los indios
sin temor de que las lenguas del terri orio se difundiesen en detri–
mento del castellano, y su deseo de que ocupasen ias doctrinas los más
hábiles sacerdotes, aún uando contrarianJdo intereses propios, se die–
se para ello la preferencia a los mestizos, sobre los que viniel!en de
España.
Luego surgieron las dificultades ·de orden personal.
Al
multipli–
carse seminarios, conventos e iglesias, llegaron en masa, frailes y
curas, al punto de que los agentes reales hubj.eron de aconsejar que
sll
prohibiese el paso de ellos a las Indias, por existir ya más pretensores
que tareas. Para•lelamente a estas avideces, cr·ecía la población crio–
lla, estableciéndose entre las esperanz·as de unos
y
otros, violentas ri–
validades. Todos los Virreyes del siglo XVI, desde el primer Mar..
qués de Cañete hasta Luis de Velasco, corrobora.ron el peligro de ese
nuevo e'lemenito que no era castellano -ni era ·el indio sumiso, y que
odia.iba a ambos: a uno, .po•rque- s·e consideraba desposeído por él; al
otro, porque era incapaz de darle el apoyo que su rebeldía indpfonte
hubiese deseado. Estos gobernantes, ibien ·enterados, insinuaron su te-–
mor ante el cerco del mestizo, día a día más estrecho. Comprendieron