EL BORDE PACÍFICO
313
para ensancharse algunos luego hacia el Oriente, a guisa de abanicos.
Idéntica conducta siguen, aunque en menores áreas, las 19 lenguas res–
tantes, del golfo de Méjico, cuyos abanicos se dirigen, en cambio, de
Sur a Norte. Típico ejemplo de la irradiación hacia el Este son los Al–
gonquinos, de
la
penetración en la cuenca del Mississipí, los Dakota.
Las mismas observaciones valen para América Central y Méji–
co (XXVIII) y pai;a Sudamérica, en que la mayor complexidad de áreas
lingüísticas reside en la angosta faja de tierra puesta al Oeste de la Cor–
dillera (LYDEKKER, XXIX, t. i i, p . 439) mientras las grandes exten-
siones del macizo continen–
tal, aunque abundantes en
dialectos, se distinguen por
el carácter difusivo de los
idiomas, con tendencia ha–
cia la formación de
linguas
ge~aes
(Arawak, Quechua,
Guarany).
La representación de tales
hechos sugiere que las costas
del Pacífico, tanto e
e
Norte como en e Sur, han
desempeñado un papel de
atracción migrato ia,
1en–
tras que la costa élel
A:tlán–
tico representa el margen de
difusión. A iguales <::onclu–
siones permiten llegar los
mapas de Spinden que re–
presentan la dispersión de la
terracota primitiva,
la
agri–
cultura con irrigación y la
alfarería (figs. 96 y 97).
Este dimorfismo funcio–
nal de los dos 'bordes con–
tinentales de América no tan
solamente es visible en el or–
den lingüístico e industrial,
FIG.
96
D ifusión de
la
agricoltora con
irrig~cióo
(tinta nrgr:a unida);
agricnlrur:i tn terrt:no húmedo (área pondllada); agricultora
u:mporánu, área dt
n y:u
vertiC31u (Spinden).
sino también en el racial y el demográfico. La costa· pacífica presenta una
sucesión ininterrumpida de variedades antropológicas, la atlántica
la
dis–
persión de pocas. En el Pacífico hubo una población densa, en el At–
lántico una población difusa.
Después de LUND y QUATREFAGES bastante definido tenemos el