316
EPfLOGO
témica, trofeos de guerra, restos macabros, artes, ceremonias y danzas,
ya se conocían desde algún tiempo, y también se sabía que los Papua
llegaron basta la Isla de Pascua, y nos dejaron allí, como prueba, sus
osamentas, siendo luego sumergidos por una ola de polinesios, pero ha
chocado siempre contra muchas resistencias la idea de que llegaran basta
la costa peruana (XIV, p. 37).
Causa de esas vacilaciones fué, sin duda, el
prejuicio de las rutas,
o mejor dicho, el prejuicio de buscar primero las rutas, y después las
correlaciones, cuando, en cambio, era necesario antes establecer coordena–
damente puntos firmes e incontrovertibles de naturaleza física, indus–
trial, religiosa e idiomática, y tan solamente después interesarse por los
caminos seguidos, pues el camino es un aspecto contingente y caduco, y
los estigmas filéticos y psíquicos son perennes.
No baremos en este lugar una crítica de los "puentes" y "rutas" es–
cogitadas por el tropismo bíblico-histórico que colocaba en Europa la
cuna del hombre americano y de su civilización. Bástenos mencionar
que la más popular de tales doctrinas, verdadero romance al que han co–
laborado poetas, filósofos y geólogos, está fundada en un cierto número
de confusiones verbales, filosóficas
y
g~ológicas,
que resulta fácil desen–
redar a todo ombre de san@ in(electo y buena voluntad. Dá tristeza pen–
sar que ese ehredo s · a do compljcando
i11verosímilm~nte
en los últi–
tos tiempos, cuando en Marsilio
FICINO,
el gi:an platonísta del Rena–
cimiento, leemos que eontp el parecer de Crantor y del suyo propio,
se habían pr_9llunciado, desde los tiempos más antiguos, adversos a la
verdad concreta de la narración del
Tímeo,
Heráclito, Amelio, Origines,
Numesio, Porfirio, Yamblico, Siriano y Próculo, los cuales interpreta–
ron la guerra entre Atenienses y Atlánticos como una típica
alegoria
historiae
(XV, p. 813).
El segundo lugar, el conocedor de la protohistoria mediterránea
desentrañada en los últimos lustros ve un anacronismo patente en la
pretendida gesta de los atenienses, que debió realizarse durante ·el Medio
Evo helénico. Por otra parte, no es esta la sola narración platónica de
carácter alegórico,
tanquam Jola.
La isla occidental sirve a Platón para
establecer en ella su utopía político-filosófica, a pesar de que muchos
miopes han anatomizado después esa página como si fuese una descrip–
ción objetiva del relieve terrestre.
El "prejuicio de las rutas", junto con el otro de la unidad somá–
tica del hombre americano, han sido causa de que muchos indicios po–
seídos ya por nuestros predecesores, hayan caído en el vacío. He aquí
un ejemplo: las deformaciones del cráneo.