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EPfLOGO

témica, trofeos de guerra, restos macabros, artes, ceremonias y danzas,

ya se conocían desde algún tiempo, y también se sabía que los Papua

llegaron basta la Isla de Pascua, y nos dejaron allí, como prueba, sus

osamentas, siendo luego sumergidos por una ola de polinesios, pero ha

chocado siempre contra muchas resistencias la idea de que llegaran basta

la costa peruana (XIV, p. 37).

Causa de esas vacilaciones fué, sin duda, el

prejuicio de las rutas,

o mejor dicho, el prejuicio de buscar primero las rutas, y después las

correlaciones, cuando, en cambio, era necesario antes establecer coordena–

damente puntos firmes e incontrovertibles de naturaleza física, indus–

trial, religiosa e idiomática, y tan solamente después interesarse por los

caminos seguidos, pues el camino es un aspecto contingente y caduco, y

los estigmas filéticos y psíquicos son perennes.

No baremos en este lugar una crítica de los "puentes" y "rutas" es–

cogitadas por el tropismo bíblico-histórico que colocaba en Europa la

cuna del hombre americano y de su civilización. Bástenos mencionar

que la más popular de tales doctrinas, verdadero romance al que han co–

laborado poetas, filósofos y geólogos, está fundada en un cierto número

de confusiones verbales, filosóficas

y

g~ológicas,

que resulta fácil desen–

redar a todo ombre de san@ in(electo y buena voluntad. Dá tristeza pen–

sar que ese ehredo s · a do compljcando

i11verosímilm~nte

en los últi–

tos tiempos, cuando en Marsilio

FICINO,

el gi:an platonísta del Rena–

cimiento, leemos que eontp el parecer de Crantor y del suyo propio,

se habían pr_9llunciado, desde los tiempos más antiguos, adversos a la

verdad concreta de la narración del

Tímeo,

Heráclito, Amelio, Origines,

Numesio, Porfirio, Yamblico, Siriano y Próculo, los cuales interpreta–

ron la guerra entre Atenienses y Atlánticos como una típica

alegoria

historiae

(XV, p. 813).

El segundo lugar, el conocedor de la protohistoria mediterránea

desentrañada en los últimos lustros ve un anacronismo patente en la

pretendida gesta de los atenienses, que debió realizarse durante ·el Medio

Evo helénico. Por otra parte, no es esta la sola narración platónica de

carácter alegórico,

tanquam Jola.

La isla occidental sirve a Platón para

establecer en ella su utopía político-filosófica, a pesar de que muchos

miopes han anatomizado después esa página como si fuese una descrip–

ción objetiva del relieve terrestre.

El "prejuicio de las rutas", junto con el otro de la unidad somá–

tica del hombre americano, han sido causa de que muchos indicios po–

seídos ya por nuestros predecesores, hayan caído en el vacío. He aquí

un ejemplo: las deformaciones del cráneo.