PREJUICIO DE LAS RUTAS
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América, en cuya proximidad han florecido las culturas más adelanta–
das de ambos continentes.
Queda también dirimida
la
vieja disputa, de si el poblamiento de
América se efectuara de Norte a Sur, como sostienen
VIGNAUD
(U) y
HRDLI<;KA
(IV) o bien de Sur a Norte, como afirmó
WILSON
con tan–
ta energía (XIII. t. 11, cap. 25). En rigor, una y otra fórmula son
inexactas. El movimiento más intenso siguió, en toda la largura de los
dos continentes, una dirección general de Este a Oeste, y parcialmente,
para las dislocaciones interiores en cada uno de ellos, a veces la direc–
ción Norte a Sur (Mongólicos de Norteamérica y Andinos de Sudamé–
rica) y otras de Sur a Norte (Dakota del Mississipí y Australoides en
Patagonia).
Diametralmente opuesta, después de la conquista, es la dirección
general seguida por la población reciente de origen europeo, la cual pe–
netra a ambos continentes de Oriente a Occidente. Bajo la presión de
las naciones neoamericanas se ha realizado en Norteamérica una trasla–
ción en masa de etnos de
la
zona atlántica hacia el sur y el centro, y en
Sudmérica la extinción de la población costanera oriental, cuyo último
acto fué la guerra argentina de la Pampa.
LAS RUTAS.
Uno de los determinan.tes de oscuridad, en lo que concierne al mé–
todo, ha sido el hecho que todos los antiguoJ investigadores,
y
alguno
de los modernos, atribuyeron una importancia, no diré exagerada, sino
exclusiva,
al factor " medio de inmigración", hasta colocar en el centro
mismo de la cuestión los
puentes continentales
y las
rutas.
En cuanto a la humanidad cuaternaria, esta preocupación es super–
flua, ya que nadie ha explicado todavía las rutas seguidas por los paleo–
líticos de otros continentes, ni éstas tendrían mucho significado, hasta
que no tengamos ideas exactas sobre el atropogénesis.
Respecto a las inmigraciones sucesivas, la preocupación de los puen–
tes continentales ha actuado como un semillero de presunciones erróneas.
Así el estrecho de Behring y las islas Aleutianas, como camino que
se presenta por primero al que busca rutas de tránsito, fué responsable
de la exageración simplista que sostiene una población americana inte–
gralmente formada por la humanidad ese-asiática (formación siberiana).
Por otra parte, la pretendida imposibilidad de admitir navegacio–
nes de tan desmesurados intervalos como los que presenta el Océano Pa–
cífico, por parte de poblaciones primitivas, fué causa de que se pusieran
en segundo plano una cantidad de datos bien conocidos, y se les recha–
zara a rigor de lógica. Las concordancias con Oceanía: organización to-