310
EPÍL©G©
e:I
elemento caucas1co -fué supuesta una inmigraáón igualmente 0irecta
a través d'e-1 A.tlánllieo o 0e1 puente groenlándíc0.
Hoy día se levantan 0bjeciones muy se1fas e-n contra de esas ex;plí–
cac10nes.
En primer lugar, la muy eseasa conti:ibucíón aportada por
la
Gom–
ponente caucasoide es contraúa a la experiencia biolqgica, que nos pre–
senta a ese genotipo
Gomo
extraordínal'Íamente dominante e·Iitre todos
los típos humanos, y paFti<mlarmente en un me<;lío de razas mixtas. El
hist0riad0r de las reaGciones Fe<ríprocas de las vaFiedades humanas no
está dispuesto a aGe-ptar
q.ueel hom.bre Gau<rásiC0 enti;_ara dbectamente al
territorio american0. De segu¡;o los sostenedores de est_a tesis han anti–
cipado mentalmente e-1 drama biológico que se inicia con e:I descubri–
miento, sin medir con exacta balan:za las consecuencias que habría infa–
liblemente tenid0 tal anticipací<iin, Gomo lo indica
el
comportamiento
de-1 hombre blan<r0,
liJ.Uec0nstítuye un experime-nto bistÓrÍGo.
M-ás dírecta y próxima es sin duda la particípación somática del
hombre melanodermo, aunque, es necesario recordarlo, aGaso ningún in–
dividuo de América se presenta «ompletamente exento de modí:fícacio–
nes en sentido xantedermo. La hipótesis que prefíeEe explkar el fenó–
meno medianite una extllema dispersión del bombi;e asiático, e.n marcha
desde Alaska hacia el Sui;, resulta no
ª1?-
s01amente'."'ímprohah'le-, sino
inadecuada. El polen llevado poli
UJl
v.iento vigoroso a una pi:;adera en
flor n0 logra un efecto semejante al que hahría obtenido la cwrl!Íente
mongólica entraC!a par Behring
y;
que se supone llegada basta
el
Cabo
de Hornos.
Además, no se ha tenida en cuenta, en el mapa, la zona de raz-as
mixtas. Esta zona, v:ei;dadero eje de los metamoi:físmos más importantes,
sigue, diagonalmente a los paralelos,
el
plíegue montañoso Alpes-Híma–
laya, se prolonga basta tocar
el
océano Pac.ífko, y allí se alarga en
abanico, respetando únicamente la gran isla australiana. El hombre
caucásico en su primer tropismo, que lo atrajo hacia oriente, ha dejado
en esa ruta los jalones de su berencúa, siempre
inás
atenuada a medida
que nos alejamos del punto de partida. En el extremo oriente es recono–
cible tan solo en algunos núdeos de las mestízaciones blanco-negroide
(indonesios, protopolinesios) y blanco-negro-mongólica
(polinesios·~
.
Ese esGenario había foI'mado, en un principio,
el
dominio absoluto
de los negroide-s, que todavía han- de}ado allí testimonios de su gran
variabilidad. Llegó última la influencia amarílla. Esta tuvo efectos :in–
conmensurables en lo energétiGo, y en lo somático .creó un t ipo de cru.c.e
binario, el males, contribuyendo activamente a
la
f.ormación .d:e cruc:.es–
ternaríos.