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FISONOMfAS CAUCASOIDES

311

Sería, pues, un error volver

la

mirada hacia otras direcciones, cuan–

do tenemos aquí todas las componentes que buscamos, y, lo que interesa

en grado sumo, cada una de ellas, numérica y dinámicamente, está dosifi–

cada en la medida de recíproca proporcionalidad y

dominación

que

nuestro problema requiere.

Respecto a la tendencia de la vieja antropología, de poner la faja

dolicocefálica que car.acteriza la costa atlántica de América en relación

con

la dolicocefalía del borde eurafricano, comprendiendo

las

islas

(Guancbos), esta opinión se ha mostrado cada vez más innecesaria, a

medida

que se iban conociendo las amplias áreas dolicocefálicas del

océano Pacífico. El mismo aspecto caucasoide de algunos americanos está

de acuerdo con la procedencia oceánica. Vemos en Polinesia, con GIUF–

FRIDA-RUGGERI

(VIII, p. 94), que esas fisonomías "europeas" son

todavía más comunes que en América.

I

Bien había visto estas relaciones, entre tantos otros escritores, uno

que actúa en nuestro medio, y muéstrase dotado de un raro poder de in–

tuición: Guido BoN'A:RELLI (XXX,

E:'·

39); pero al primer encuentro

con el

babau

de la autoridad, ha renegado con una retractación incondi–

cional (XXXI, p. 49 ) el mayor mérito de su trabajo, que consiste en

la interpretación visiva

r

f"

so

Óm~ca

del problema. Hay otras referen–

cias de viajeros en el mismo se tido, tantas que podrían llenar un tomo.

pero en su mayoría proceden..

e profanos y necesitaría sopesarlas una

por una".

En el mont'ón

ebe haber seguramente alguna utiJjzable, como

por ejemplo las belJas forografías d

los indígen,as del grupo Gilbert, de

los cuales VON LUSCHAN afirma que podrían confundirse con los ama–

zónicos (XXIV, p. 60).

En cuanto al genotipo mongoloide, ya no es necesario postular

que la inclusión se produjo en territorio americano, como se ha pensado,

y como suponen casi todas las grandes teorías formuladas basta hoy.

Es suficiente no olvidar que mayores o menores cantidades de sangre

mongólica se encuentran absorbidas por todas las poblaciones del océano

pacífico, desde el máximum de los malayos basta el mínimum de los

papua.

He dicho absorbida, pero no siempre digerida, pues a pesar de al–

guna composición binaria bastante definida (malayos), · y de otra terna–

ria (los polinesios) que representa el mayor grado de fusión realizado en

el Pacífico, las variedades somáticas que se pusieron en contacto en ese

océano ofrecen el aspecto de un mosaico, cuyas piedritas están al lado

una de otra, con vivo contraste de colores. Desde este punto de vista se

nos presenta América como la sede elegida, por aquel determinismo

geográfico que suelen invocar los antropogeógrafos, para

la

realización