FISONOMfAS CAUCASOIDES
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Sería, pues, un error volver
la
mirada hacia otras direcciones, cuan–
do tenemos aquí todas las componentes que buscamos, y, lo que interesa
en grado sumo, cada una de ellas, numérica y dinámicamente, está dosifi–
cada en la medida de recíproca proporcionalidad y
dominación
que
nuestro problema requiere.
Respecto a la tendencia de la vieja antropología, de poner la faja
dolicocefálica que car.acteriza la costa atlántica de América en relación
con
la dolicocefalía del borde eurafricano, comprendiendo
las
islas
(Guancbos), esta opinión se ha mostrado cada vez más innecesaria, a
medida
que se iban conociendo las amplias áreas dolicocefálicas del
océano Pacífico. El mismo aspecto caucasoide de algunos americanos está
de acuerdo con la procedencia oceánica. Vemos en Polinesia, con GIUF–
FRIDA-RUGGERI
(VIII, p. 94), que esas fisonomías "europeas" son
todavía más comunes que en América.
I
Bien había visto estas relaciones, entre tantos otros escritores, uno
que actúa en nuestro medio, y muéstrase dotado de un raro poder de in–
tuición: Guido BoN'A:RELLI (XXX,
E:'·
39); pero al primer encuentro
con el
babau
de la autoridad, ha renegado con una retractación incondi–
cional (XXXI, p. 49 ) el mayor mérito de su trabajo, que consiste en
la interpretación visiva
r
f"
so
Óm~ca
del problema. Hay otras referen–
cias de viajeros en el mismo se tido, tantas que podrían llenar un tomo.
pero en su mayoría proceden..
e profanos y necesitaría sopesarlas una
por una".
En el mont'ón
ebe haber seguramente alguna utiJjzable, como
por ejemplo las belJas forografías d
los indígen,as del grupo Gilbert, de
los cuales VON LUSCHAN afirma que podrían confundirse con los ama–
zónicos (XXIV, p. 60).
En cuanto al genotipo mongoloide, ya no es necesario postular
que la inclusión se produjo en territorio americano, como se ha pensado,
y como suponen casi todas las grandes teorías formuladas basta hoy.
Es suficiente no olvidar que mayores o menores cantidades de sangre
mongólica se encuentran absorbidas por todas las poblaciones del océano
pacífico, desde el máximum de los malayos basta el mínimum de los
papua.
He dicho absorbida, pero no siempre digerida, pues a pesar de al–
guna composición binaria bastante definida (malayos), · y de otra terna–
ria (los polinesios) que representa el mayor grado de fusión realizado en
el Pacífico, las variedades somáticas que se pusieron en contacto en ese
océano ofrecen el aspecto de un mosaico, cuyas piedritas están al lado
una de otra, con vivo contraste de colores. Desde este punto de vista se
nos presenta América como la sede elegida, por aquel determinismo
geográfico que suelen invocar los antropogeógrafos, para
la
realización