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EPÍLOGO
de una fusión sucesiva, de la que debía resultar que los contingentes
proto y archimorfos (australiano y papua) más o menos modificados y
los ya clásicamente metamórficos
(protopolinesio, indonesio, inalés y
polinesio) lograran elaborar una aleación
~ás
uniforme.
No puede negarse, en realidad, que mucho se había ya obtenido,
obrando las varias ondas, una sobre otra, con poder de eliminación, dis–
persión, mestización y arrinconamiento, y a· pesar de la ocupación frag–
mentaria del continente y de la pobreza numérica, pues al llegar el con–
quistador la población general era discontinua y escasa respecto a la
in~
mensidad del territorio. Hay que excluir, naturalmente, que la mesti–
zación de los varios tipos llegase a la fase conclusiva, y en el conti–
nente sur distinguimos sin dificultad algunos
stocks
residuales. Las olas
marginales se mantienen a veces en estricto contacto y mutua presión,
como en el caso de los Tehuelches, Onas y Fueguinos Y aman (arrinco–
namiento de
finisterrae)
y así también, otras veces, forman oasis o islas
de arrincon;imiento continental, periférico
(Guayaquí del Paraguay).
La presencia de variedades tan
diferenciadas
que conviven en angos–
tas fajas de tierra,
indiferenciadas
bajo el punto de vista geográfico, cons–
tituye el más <rlaro mentís a la doctrina de las transformaciones de un
tipo único continental por -acción del suelo y de las regiones. El hecho
debiera inquietar hondamente a aquellos intransígentes antropogeógra–
fos los cuales enfáticamente repiten:
"dadme zonas geográficas ·y os daré
razas
(IX, p. 5 2 2 ), si tales autores, una vez salidos de su fácil verba–
lismo, no estuvieran acostumbrados a invocar, por e..jemplo, como causante
de la color-ación amarilla, " la
~egión
insular volcánica con exceso de
desprendimientos sulfurosos"
( 1)
SUCESIÓN DE INMIGRACIONES.
Se ha dicho que el carácter de los núcleos de población fué esen–
cialmente costanero.
Más precisamente, déjase reconocer una gran diferencia entre la
costa del Pacífico y la Atlántica. La primera se presenta netamente di–
vidida en zonas lingüísticas, somáticas y culturales, en contacto una de
la otra, y con superficie de fractura relativamente fresca. Hay más: al
separar los territorios lingüísticos de Norteamérica
(excluído Méjico)
representados por 5 9 lenguas primarias, el Mayor
POWEL
(X) constató
que 40 de éstas se encuentran en la ·costa del Pacífico. Mirando el mapa
del Mayor Powel se ve claramente que las pocas zonas lingüísticas del
centro y del Atlántico, responden cada una a una puerta de entrada si–
tuada en la costa de occidente. En la orilla del Pacífico los varios en–
jambres humanos se codean y se contienden el espacio recíprocamente