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FIG. 78

Mocivo ornamental dt Mtbnu ia (tn lanzas de las isl3s S;ilomón).

APÉNDICE

6

DEPENDENCIA Y CONVERGENCIA

Muchos han puesto en el-aro que nuestra tendencia mental es d e

formular leyes y presentar fórmulas simples, las más simples que nos es

dado encontrar, y en el me o nú ero posible.

Eso constituye uno de los act1ores que mayormente se oponen a la

comprensión del problema etno ógico, po la facilidad con 9'ue el hom–

bre pierde de vista la infiniEa variedad de formas

y

disposiciones presen–

tadas por los hechos d la realidad.

Partiendo de es

punto de vista cdtko, no resulta difj:c¡¡l encon–

trar algo exagerada la intransigencia con que se combaten las dos es–

cuelas de la dependencia y convergencia.

Como es sabido, estas dos corrientes no nacieron contemporánea–

mente. Por larguísimas épocas ha dominado los espíritus la idea pura–

mente genética,

la

que explica la distribución de los elementos cultu–

rales en las varias regiones del globo, como consecuencia de la difusión

de cada elemento alrededor de un centro de origen. E ste método, por

ser el único recomendable en lo que concierne a las invenciones y for–

mai¡ de arte ya muy complejas de los tiempos históricos, coincide con el

método de la arqueología clásica. Pero, ya en la zona de frontera que

separa el mundo clásico del protohistórico, y en las mismas primeras

edades de la zona histórica, se presentan algunas objeciones y desmen–

tidos, cuya importancia llega a ser capital en el dominio de la arqueo–

logía prehistórica, prima hermana de la etnografía.

Así por ejemplo

HERODOTO,

ante la similitud ex terna de algunos

cultos de Egipto y Grecia, no sospechó un solo instante de cometer una

infidelidad al convertir Amón en Zeus y la Neith de Sais en P alas