Table of Contents Table of Contents
Previous Page  344 / 470 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 344 / 470 Next Page
Page Background

290

ALBORES EN EL LABERINTO

sí están en continua osmosis de creaciones,

y

que el hombre prim1t1vo,

aunque inclinado a copiar, opone una inercia invencible a inventar, lo

que hace imposible la pluralidad de inventos

y

formas. Tres proposi–

ciones, como se ve, no menos

de psicólogo,

y

de orden igualmente aprio–

rístico

y

subjetivo.

Lo que hay en este terreno es, pienso yo, el abultamiento puramen–

te ficticio de normas que se quieren presentar, por ambos bandos, como

absolutas. Es innegable que si hablamos en sentido estricto, la produc–

ción autónoma y por separado es irreconciliable con la idea de la irradia–

ción de gérmenes de cultura

(XIX,

tomo

1,

pág. 437). Pero algunos

llegaron por este camino teórico, hasta afirmar que las

ideas elementa–

les,

oponiéndqse a la creación de la teoría geográfica de distribución, lle–

van la etnología a hacer caso omiso del mapa. .

Se trata evidentemente de una intransigencia llevada a los últimos

límites. En primer lugar, es aconsejable salir de los confines abstractos

para considerar en gran escala los hechos de experimento. No hay para

qué negar que un abundante número de casos, elegidos

~ntre

los que

no

admi~en

Cllscusión por su claridad, confüi;man la existencia de rela–

ciones de dep ndencía cultura , o trasmisión. Hay otros, no menos

claros, que confirma e camb¡o la invención espontánea, o convergen–

cia. Na ralmente, queaa abierta

1a

discusión acerca de una tercera y

gran cantidad e coinc1 encías, cuya explicación o(rece lugar a dudas.

En cuattt:o los ma p as geográficos de

di-s~ribución,

es perfectamente

gratuito afirmar que, al admitir la posibilidad de la invención autóno–

ma, hay que renunciar a ellos. Nada más tendencioso. Justamente en

los temas que admiten dudas y discusión, hacen más falta los mapas de

distribución de un elemento cultural en la tierra habitada, siendo la ma–

nera más práctica y útil para disponer objetivamente el material de

observación.

Solamente, y permítaseme insistir en este concepto,

r.eptesentación

no quiere decir interpretación.

Es justamente en la interpretación que, además de las relaciones

del espacio y del relieve y contornos terrestres, hay que tener presente

también otras relaciones, como la principalísima del tiempo, y, en ge–

neral, el mayor número posible de relaciones, evitando de forzar los

h echos, como han hecho siempre los antropogeógrafos, con el fin de

establecer un determinismo unilateral.

H emos visto a ELLIOT SMITH llegar arbitrariamente a la concep–

ción de una irradiación monocéntrica, de origen egipcio-fen icio, de todo

el p atrimonio cultural del mundo, basándose en

la

distribución de ele–

mentos como la

couvade,

la momificación, las abluciones, m utilaciones,