PATRIMONIO COMÚN DE LA HUMANIDAD
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deformaciones craneanas, el tatuaje, los ritos funerarios, los adornos,
la
circuncisión.
GERLAND ya desde algún tiempo había constatado que justamen–
te el tatuaje, la circuncisión, las varias mutilaciones artificiales, la
cou–
vade,
el levirato, las demoras de los difuntos, la conservación de los res–
tos del cadáver, el culto de los antepasados, la antropofal('f! ritual, las
iniciaciones a la pube'rtad y varios otros son elementos cotlstantes que
se encuentran en toda la humanidad.
A
pesar de la negación de Federico MüLLER, hay que poner en el
número también el lenguaje. TROMBETTI, como monogenista declara–
do, (VIII. vol.
l.
p. 376) no tiene, naturalme.nte, dificultad alguna
en admitirlo como base de su doctrina. Pero, aún prescindiendo de la
explicación de Gerland y Trombetti, de que estos factores pertenecieron
ya al hombre, en su .sede ancestral, antes de que se dispersara en el espa–
cio, hay que convenir en que nunca se bao encontrado en la tierra hom–
bres desprovistos de lenguaje,
IX,
pág. 144) del conocimiento del fue–
go y de los instrumentos y armas confeccionadas mediante el empleo de
materiales brutos adap,tados por el trabajo htrmano.
Bajo el nombre d
patrimonio oomún
y
elementos materiales
co–
munes a toda la hum nidad
no puede el mismo RATZEL
ne.gase a ad–
mitir, sino los conceptos, al
enos los beobos. Reconoce que ningún
núcleo humano ha demostraCio ignorar el fuego obtenido por fricción,
armas de tiro y pe c-uslon para a caza, instrumentos de pesca, conoci–
miento de especies vegetales comestibles y venenosas, medios excitantes
e
inebriantes, preparación del alimento mediante el fuego, tatuaje y pin–
tura del cuerpo, adornos, perforaciones corporales, mutilaciones, vestido
más o menos rudimentario, armas de combate, esbozos de religión.
(VI. tomo
l.
pág. 12-13) .
No seremos nosotros quienes pretenderemos ir más allá, en el ca–
mino de las especulaciones "apriorísticas". Renunciaremos a toda idea
de causa, aunque en algunos asuntos, como el lenguaje, la explicación
que se presenta más seductora al monogenista es la unidad de la cuna del
hombre (Trombetti). Tampoco a un poligenista, aún cuando sea po–
lifilético, le es permitido negar la preexistencia ancestral del lenguaje,
desde el momento que no hay distinción posible entre el lenguaje del
hombre y el de sus precursores más inmediatos, cualesquiera que fuesen
(XIX,
tomo
l.
págs. 439 y 481). En cuanto al fuego, la flecha, y el
arpón, es muy dueño Ratzel de sostener que fué un solo individuo
genial, y en un solo grupo humano, el que produjo esas invenciones,