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PATRIMONIO COMÚN DE LA HUMANIDAD

291

deformaciones craneanas, el tatuaje, los ritos funerarios, los adornos,

la

circuncisión.

GERLAND ya desde algún tiempo había constatado que justamen–

te el tatuaje, la circuncisión, las varias mutilaciones artificiales, la

cou–

vade,

el levirato, las demoras de los difuntos, la conservación de los res–

tos del cadáver, el culto de los antepasados, la antropofal('f! ritual, las

iniciaciones a la pube'rtad y varios otros son elementos cotlstantes que

se encuentran en toda la humanidad.

A

pesar de la negación de Federico MüLLER, hay que poner en el

número también el lenguaje. TROMBETTI, como monogenista declara–

do, (VIII. vol.

l.

p. 376) no tiene, naturalme.nte, dificultad alguna

en admitirlo como base de su doctrina. Pero, aún prescindiendo de la

explicación de Gerland y Trombetti, de que estos factores pertenecieron

ya al hombre, en su .sede ancestral, antes de que se dispersara en el espa–

cio, hay que convenir en que nunca se bao encontrado en la tierra hom–

bres desprovistos de lenguaje,

IX,

pág. 144) del conocimiento del fue–

go y de los instrumentos y armas confeccionadas mediante el empleo de

materiales brutos adap,tados por el trabajo htrmano.

Bajo el nombre d

patrimonio oomún

y

elementos materiales

co–

munes a toda la hum nidad

no puede el mismo RATZEL

ne.ga

se a ad–

mitir, sino los conceptos, al

enos los beobos. Reconoce que ningún

núcleo humano ha demostraCio ignorar el fuego obtenido por fricción,

armas de tiro y pe c-uslon para a caza, instrumentos de pesca, conoci–

miento de especies vegetales comestibles y venenosas, medios excitantes

e

inebriantes, preparación del alimento mediante el fuego, tatuaje y pin–

tura del cuerpo, adornos, perforaciones corporales, mutilaciones, vestido

más o menos rudimentario, armas de combate, esbozos de religión.

(VI. tomo

l.

pág. 12-13) .

No seremos nosotros quienes pretenderemos ir más allá, en el ca–

mino de las especulaciones "apriorísticas". Renunciaremos a toda idea

de causa, aunque en algunos asuntos, como el lenguaje, la explicación

que se presenta más seductora al monogenista es la unidad de la cuna del

hombre (Trombetti). Tampoco a un poligenista, aún cuando sea po–

lifilético, le es permitido negar la preexistencia ancestral del lenguaje,

desde el momento que no hay distinción posible entre el lenguaje del

hombre y el de sus precursores más inmediatos, cualesquiera que fuesen

(XIX,

tomo

l.

págs. 439 y 481). En cuanto al fuego, la flecha, y el

arpón, es muy dueño Ratzel de sostener que fué un solo individuo

genial, y en un solo grupo humano, el que produjo esas invenciones,