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ALBORES EN EL LABERINTO
carta 3). Los Esquimales lo emplean corrientemente. En las épocas
prehistóricas su difusión abarcaba áreas más amplias. El propulsor de
astas de madera (propulsor de segunda clase, según von Luschan), ins–
trumento más semejante al arco, es conocido en América, Australia y
Oceanía. Falta en toda Africa. Anotamos también esta vez que en la re–
mota antigüedad (cuaternario) abundó en Europa. (111, T. i i, p. 205).
Es sabido que la costumbre de emplear flechas emponzoñadas me–
diante venenos animales, vegetales e inorgánicos, se encuentra difundida
en Africa, India, Archipiélago Malayo, Polinesia, Melanesia y América,
tanto del Norte, como del Sur (VI, T. i i; p. 272, 440, 641). Para
encontrar el idéntico uso del veneno en los pueblos de Europa, tenemos
que remontarnos a la prehistoria, como atestiguan ciertas flechas pro–
vistas de especiales canales
y
ranuras (111, T. i i ; p. 2 89) . Y a vimos
también, con el testimonio de
HOMERO,
que durante el medio evo helé–
nico no se había extinguido del todo el uso de envenenar las flechas
(11,
a; v. 260 sg.)' puesto que en las bazañas del
en:oi;
figura algún
héroe que em leara flechas emponzoñadas de la misma manera que lo
hacen hoy los naturales d Papuasia
y
del Amazonas.
Vimos también, tratando de
la
deformación craneana, que el área
de esta costu ore comprende, en los tiempos modernos, exclusivamen–
te las tierras del Pacífrco y América, en donde se ha mantenido en
vigor basta ayer con difusión e inte,nsidad notable. Viceversa, en el
mundo europeo, hay un muy discutida supervivencia
(Toulouse)
y
unos cuantos hallazgos aislados, que limitan su existencia a las épocas
prehistóricas y protohistóricas.
Pongamos término a esta lista de ejemplos. Su valor demostrativo
es de comprobar que no puede satisfacernos por completo toda hipótesis
que pretenda explicar estos hechos, suponiendo, como lo hemos indica–
do a propósito del bumerang, la existencia de un centro de origen situado
en el medio del área de distribución.
El defecto de esas explicaciones estriba en el empleo automático,
diría casi gráfico, del mapa.
Se delinean los contornos del área de difusión de un elemento,
y
se
busca el centro geométrico. Esto es sencillamente ingenuo.
El factor cronológico nos dice que entre uno y otro foco (el Me–
diterráneo
y
el Pacífico) hay una laguna de varios milenarios, a veces
toda la duración del período geológico actual
(
oloceno ) .
A su vez, la distribución del rito funerario que consiste en la se–
pultura secundaria del esqueleto, después de su descarnificación natural o
artificial, y relativa coloración con tierras rojas, no podría entrar en una