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LUCHA DE MÉTODOS

dada la idea de Spínden, por lo sistemático de su exposición,

y

por

ciertas correspondencias anatómicas impresionantes, como las carnosi–

dades del pico

y

del ojo

y

la posÍGÍÓn relativa del ojo

y

del meato audi–

tivo. En cambio resultan convincentes las objeciones de orden taxonó–

F\G. 43

mico

y

anatómico expuestas por un naturalista

del Brítísh Museum, el Dr. G.

C.

Robson,

y

cu- .

yo efecto es el rechazo definitivo de la teoría del

.

Octopus

(

13) .

En segundo término me ocupé en comparar las

representaciones Mayas con los elefantes que son

tan comunes en el arte de la India. He notado di–

ferencias profundas entre los de Copán y los del

Asía meridional. La discrepancia más importante

se nota en la interpretación de la trompa: en Cen–

tro América termina .en forma de cono obtuso en

vez de terminar con una superficie trunca. Su as–

pecto se acordaría con la versión de Spínden, el

cual ve en ellia un pico de ave dibujado con exa–

geración. N@tese, además, en

el

relieve Maya, la

fallta absoluta de defensas, las que están típica-

Imageo del

Octopus

~r

indige-

la

cual

c1

.m

nte representacl-as en les elefantes de Asia.

Resumiendo, diré que durante este primer pe–

ríodo de mis investigaciones personales, me man–

tuve en el ámbito oe-cla ín.dagación morfológica, y por este camino el úni–

co terren(!) sólido en que es posible pisar, está censtituído por la

discrepan–

cia

entre las imágenes elefantescas de los Mayas y el elefante, como lo co–

noce el zoólogo.

Sin embargo ya desde el primer día, no he perdido un instante_la

convicción de encontrarme en un círculo de presuntiones.

Presunción histórica por una parte, y presunción morfológica por

la otra: ambas perfectamente extrañas y muy peligrosas en una cuestión

como la presente, que es netamente etnológica.

Mucho más que las inexactitudes anató.micas objetadas por Robson

y las lógicas denunciadas por M. Boule ( 14), me parece digna de cen–

~ura

la actitud del Dr. Forbes, cuando afirma que los escultores mayas

no pudieron

conocer el elefante, ní alguna representación plástica de este

( 13) ROBSON, G.

C. -

Intetptetations of Ptimitive American Decorative Art;

en

"Nature",,

CXIV (

1924),

Sept.

13,

pág.

3

81.

( 14)

B [

OULE

J.

M. - Noticia bibl. sobre el artículo de Forbes, en

" L'An–

tropologie",

1924,

pág.

608.