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TURANIOS

153

de la variedad mongólica - y claramente

lo

atestigua su conformación

somáti<;a, así como

la

identidad lingüística ( 15) - no se trata ya del

arbitrio del peluquero, sino de un carácter de

la

naturaleza, como es

la muy conocida pobreza del sistema piloso que caracteriza a esa familia

humana, pobreza que, intensificada artificialmente, tan solo en parte

pudo ser para los Súmeros un carácter electivo, una "moda".

Resulta, de toda manera, arbitrario, el procedimiento de considerar

como

un

umco grupo Etnico la

z~

y 3° raza, sin previa demostración.

Nadie ha explicado el enigma de los pómulos salientes en hombres

tí-

cancellare, e continuano a dominare il nostro pensiero e

la

scienza".

Hoy es admitido que

~na

lengua no limita una raza, y que ni los conceptos, ni

las áreas de lenguas y razas coinciden: según la bella frase de VON LUSCHAN, no b ay

lenguas dolicoféfalas, ni razas aglutinantes.

Recuérdese que el término

Turanios

fué empleado en la

na

mitad del siglo XIX.

El

Avesta

babia de unos pueblos, los Turanios, enemigos de las poblaciones del 11-an,

y

pertenecientes a otra raza, anaria. Por tal motivo,

el

vocablo quedó consagrado en

la literatura del 900 para indicar las razas

anacias,

del Asia,

y

fué empleado indife–

rentemente paar ecir: raza mongólica.

Todos sabemos gue este empleo es impropio, pero se continúa en él, como se

continua hablando de las razas sit'lo-árabes, bajo la denominación impropia de razas

semitas. Turanío tiene otras si oni ias en libros más modernos: raza

fino-tartara,

ugro-finés, turco-mongólica

y

urctlo-altaica,

aunque es as denominado es tienden a

corresponder, por separado, a ·otras tantas subdivisiones.

Difícil, como puede juzgarse, resulta hacerse una idea exacta en cuestiones de

etnografía antigua,

P_9.f

1.is

lamentadas inexactimdes de terminología y la necesidad

de seguir ciertos conceptos en toda la serie füstórica de sus aplicaciones. Añádase a

ello que en nuestro ambiente, por la carencia del hábito clásico, ciertos problemas tienen

fama de abstrusos é innecesarios, mientras después, al presentarse la ocasión, se le da,

con ligereza, las soluciones más encontradas.

En la pág. 97 de

j3lasón de plata

(edic. 1922), después de enumerar las inmi–

graciones de Japoneses, Indochinos y Tártaros a las tierras de América, dice Ricardo

ROJAS que

"no fueron los territorios del Plata el asiento de aquellos, pueblos, peco re–

cuerdo sus tradicciones paca motivar el abolengo ario (sic!) de nuestra América occi–

dental".

¿Que los Turanios resulten ahora Arios?

En la pág. 131 del mismo tomo, después de recordar al "celtíbero" habitante de

España, afirma el mismo autor que Roma no logró

"modificar substancialmente la

constitución semítica de la raza, pues esta, más numerosa

y

en su suelo, absorbió a los

escasos agentes imperiales".

Cabe preguntar quienes son los Semitas, en el conjunto

" celtíbero", si los Celtas, indoeuropeos por definición, o los Iberos, antigua capa de

población mediterránea

y

típicamente anaria.

Si esto se lee en el escrito de un autor que merece la mayor estimación, por la in–

fluencia que ha ejercido en la juventud, dándonos uno de los últimos ejemplos de

aquellos verdaderos "maestros espirituales" de que se ba perdido

el

molde, es fácil imaginar

la confusión que reína entre los conceptos de

41

raza", "pueblo", "lengua"

y

"nación" ..

(15) Ver nota

2(

al final de este capítulo.