TURANIOS
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de la variedad mongólica - y claramente
lo
atestigua su conformación
somáti<;a, así como
la
identidad lingüística ( 15) - no se trata ya del
arbitrio del peluquero, sino de un carácter de
la
naturaleza, como es
la muy conocida pobreza del sistema piloso que caracteriza a esa familia
humana, pobreza que, intensificada artificialmente, tan solo en parte
pudo ser para los Súmeros un carácter electivo, una "moda".
Resulta, de toda manera, arbitrario, el procedimiento de considerar
como
un
umco grupo Etnico la
z~
y 3° raza, sin previa demostración.
Nadie ha explicado el enigma de los pómulos salientes en hombres
tí-
cancellare, e continuano a dominare il nostro pensiero e
la
scienza".
Hoy es admitido que
~na
lengua no limita una raza, y que ni los conceptos, ni
las áreas de lenguas y razas coinciden: según la bella frase de VON LUSCHAN, no b ay
lenguas dolicoféfalas, ni razas aglutinantes.
Recuérdese que el término
Turanios
fué empleado en la
na
mitad del siglo XIX.
El
Avesta
babia de unos pueblos, los Turanios, enemigos de las poblaciones del 11-an,
y
pertenecientes a otra raza, anaria. Por tal motivo,
el
vocablo quedó consagrado en
la literatura del 900 para indicar las razas
anacias,
del Asia,
y
fué empleado indife–
rentemente paar ecir: raza mongólica.
Todos sabemos gue este empleo es impropio, pero se continúa en él, como se
continua hablando de las razas sit'lo-árabes, bajo la denominación impropia de razas
semitas. Turanío tiene otras si oni ias en libros más modernos: raza
fino-tartara,
ugro-finés, turco-mongólica
y
urctlo-altaica,
aunque es as denominado es tienden a
corresponder, por separado, a ·otras tantas subdivisiones.
Difícil, como puede juzgarse, resulta hacerse una idea exacta en cuestiones de
etnografía antigua,
P_9.f
1.islamentadas inexactimdes de terminología y la necesidad
de seguir ciertos conceptos en toda la serie füstórica de sus aplicaciones. Añádase a
ello que en nuestro ambiente, por la carencia del hábito clásico, ciertos problemas tienen
fama de abstrusos é innecesarios, mientras después, al presentarse la ocasión, se le da,
con ligereza, las soluciones más encontradas.
En la pág. 97 de
j3lasón de plata
(edic. 1922), después de enumerar las inmi–
graciones de Japoneses, Indochinos y Tártaros a las tierras de América, dice Ricardo
ROJAS que
"no fueron los territorios del Plata el asiento de aquellos, pueblos, peco re–
cuerdo sus tradicciones paca motivar el abolengo ario (sic!) de nuestra América occi–
dental".
¿Que los Turanios resulten ahora Arios?
En la pág. 131 del mismo tomo, después de recordar al "celtíbero" habitante de
España, afirma el mismo autor que Roma no logró
"modificar substancialmente la
constitución semítica de la raza, pues esta, más numerosa
y
en su suelo, absorbió a los
escasos agentes imperiales".
Cabe preguntar quienes son los Semitas, en el conjunto
" celtíbero", si los Celtas, indoeuropeos por definición, o los Iberos, antigua capa de
población mediterránea
y
típicamente anaria.
Si esto se lee en el escrito de un autor que merece la mayor estimación, por la in–
fluencia que ha ejercido en la juventud, dándonos uno de los últimos ejemplos de
aquellos verdaderos "maestros espirituales" de que se ba perdido
el
molde, es fácil imaginar
la confusión que reína entre los conceptos de
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raza", "pueblo", "lengua"
y
"nación" ..
(15) Ver nota
2(
al final de este capítulo.