REACCIÓN ANTISEMITA
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demia del cuerpo humano, y las reglas de la "ordonnance" y de la pers–
pectiva. Coincide esta innovación con el dominio militar y político de
Acad sobre Sumer: en la estela de Naram-Sin, no solamente notamos
una reforma militar: "el arco" en mano
del rey y de los guerreros semíticos (toda
grande victoria política de los tiempos an–
tiguos está en relación con un cambio téc–
nico ( 17) de las milicias) , sion también el
abandono de los cuerpos rechonchos y
la
invención del arte de agrupar las figuras
en una escena. Vése, .además, el triunfo
del simbolismo sideral, en los astro-dioses
Instar (Venus), Shamash (el Sol) y su
progenitor Sin (la Luna), que una frac–
tura del Kudurru ha borrado considera–
blemente.
Una objeción. Con
Naram~Sin,
hijo
de Sargón, y segundo rey de Acad, hemos
llegado al año 2600, según la cronología
más severa, de King
y c
ay;
uienes Jlan
amputado ampliamente
dades postuladas hasta ayer.
¿Cómo se
explica, entonces -
puede objetarme un
contradictor -
que; más rarde, en 2450,
época en que Gudea será
ishakku
de La–
gash,
es
decir, unos dos siglos después,
FIG. 28
Ese.dad~
triunfo de Naram-sin (Conr:enao)
volviera en auge la moda Súmera de llevar
la
cabeza rasurada
y
el rostro
imberbe?
Esta dificultad, en otros tiempos, habría resultado, seguramente,
( 17)
Los guerreros súmeros de la estela de los Buicres están armados de lanza.
larga cerca de m . 1. 25, casco y un escudo muy amplio, que podía cubrirlos de la
nuca a la cadera, apto para insertarse uno a otro, formando una verdadera
testudo,
como lo prueba muy claramente un fragmento de la escela.
Los guerreros semitas de Naram-sin llevan el casco, la lanza, larga aproximadam.
m. l. 50, y
el arco.
El casco del rey escá adornado con cuernos, y tiene mayor altura ;
hay algunos portadores de insignias fijadas arriba de un asca. El abandono de armas
defensivas ha sido, visiblemente, acompañado por la introducción del arco, arma ofen–
siva, cuyo efecto se hace sentir a distancia.
He aquí la interpretación de los monumentos de esa época, desde el punco de
vista de las dotaciones de armas.
Se descubre, por tal manera, el aspecto paramente
técnico-militar de una tragedia hnica que de otro modo quedaría inexplicable: la
im–
plantación de las muchas dinastías del norte en las ciudades meridionales, y la progre–
siva decadencia súmera.