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AMÉRICA Y BABILONIA
insanable. Por suerte, hoy día conocemos, a través de documentos cu–
neiformes recientemente traducidos y publicados, las más amplias noti–
cias acerca de algunas monarquías primitivas de la Babilonia meridional.
Estatua drl
i1hakku
Gudu. (Ddaportt).
Las crónicas nos han enseñado, con lujo
de detalles y basta de situaciones dramá–
ticas, que el establecimiento de la dinastía
de Ur fué el coronamiento de una época
de reacción antisemita en todo el país de
Sumer. El héroe de esta reivindicación
Súmera, Dungi, destructor ( 18)
y
sa–
queador de Babel, la ciudad-Dios central
del semitismo, fué precedido por un pe–
ríodo de resisten cia cultural contra la raza
opresora, en que los sacerdotes h acen gra–
ba r las l áminas del culto
y
las administra–
tivas con los m ás nítidos ideogramas Sú–
meros, rechazando la lengua babilonio–
semírica, y los cilindros sellos representan
n uevamente a bombr_es con la cabeza ra–
surada
y
la túnica de flecos característica
de los primeros tiempos. La figura de
Gudea,
ishakku
de Lagash ( 19 ) en el pe-
ríodo inmedfat-:amente anterior a
la
"teacción armada" de Dungi, repre-
/
senta, con las ocho estatuas llevadas al 1.!ouvre, esa " reacción cultural".
Más tar de, ambas reacciones nacionalistas, tanto la del escriba
y
del es–
cultor, como la de las huestes armadas, debían ceder a los nuevos gol–
pes del Norte semítico, encarnado en la dinastía de Babilonia. El arte,
trocado en un medio de dominación
y
unidad estatal, quedará cristali–
z ado en la forma del
kerube
androcéfalo, verdadera máscara simbólica
del semitismo
y
de su triunfo definitivo.
P ara volver a las personificaciones d ivinas, es innegable que aun
en los p rimeros tiempos del arte los dioses fueron representados con
(18) Véase las amplías noticias reunidas ' al p ie de las p ágs. 236- 7--8 de
Hommel por el docto redactor de la Universidad madrileña.
( 19) De la tabla cronológica recopilada por
C LAY
se desprende que
Gudea
fué
el predecesor de U r-Ningirsu y U r-abba, en el cargo de
ishakku
de Lagash. Inmedia–
tamente después del período de 18 años que sigue a la muerte de Gudea, sube al trono
de Ur el rey Dungi, cuya extraord inaria longevidad (58 años de reino) se iguala tan
sólo a la execración con que se ha cubierco su nombre en la historia oficial, de proce–
dencia semítica.