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LUCHA DE MÉTODOS

La búsqueda de un centro cósmico de igual naturaleza no es des–

conocida a los escritores de filiación arqueológica.

Naturalmente, no incluiré en esta categoría a aquellos respetables

señores que encuentran interesante llamar a los Mayas

los Egipcios de

América,

o

la cultura peruana

una civilización megalítica,

suponiendo

con esto haber realizado una adquisición para la ciencia arqueológi–

ca

e

1)' mientras no pasa de ser una inocente recreación literaria.

Entiendo, en cambio, mencionar la llamada escuela de Manchester,

representada por el prof. George Elliot Smith, el verdadero

leader

de

las tendencias analogistas en la arqueología moderna, y sus tres discí–

pulos

J

ackson, Perry y Rivers, que son los más encarnizados soste–

nedores de un único centro histórico de irradiación de las culturas anti–

guas. Elliot Smith es un estudioso que ha trabajado especialmente en

prehistoria y egiptología, y durante veinte años se ha ocupado también

de nuestro problema (la última bibliografía (2), publicada por Ger–

main, enumera 36 publicaciones), demostrando una tenacidad de pro–

pósitos verdaderamente asombrosa, si se tiene en cuenta la frialdad con

que sus ideas fueron acogidas. Está cop.vencido de que el mundo anti–

guo ha te ido una única fuente de adelantos materiales e invenciones

( 1)

Los que e plean en este sentido la p alabra m egalítico, guiándose única–

mente por la eti;nología, cometen una impropiedad. La frase

" pueblo megalítico"

tiene un valo)C bien definido en etnografía y se refiere a los autores de unas peculiares

construcciones de ciertos pueblos neolíticos. No cae

Ellio~

Smith en esta ingenuidad,

porque al poner bajo el mismo rótulo las construcciones de Egipto y las de América,

no olvida de postular previamente que ambas tienen una íntima correlación de formas,

significado y destinación con

la

categoría propiamente megalítica

(E. SMITH :

The

origin of the Dolmen,

en

"Man",

1913, pág. 193), y hasta sostiene que los dolmens

mismos son formas derivadas de la arquitectura egipcia. Aunque dicho profesor no

logre aducir en apoyo de su tesis pruebas suficientes, es de celebrar al menos el empleo

apropiado de la terminología.

Ya se

entiende que es cuestión de convencionalismos verbales. Sin embargo en

estas convenciones se basa la nomenclatura de toda disciplina.

Respetando

la propiedad, ningún egiptólogo, p. ej., ha

llamado "megalítico"

al pueblo egipcio, a pesar de los "grandes bloques" de sus construcciones. Consecuente

con esas exigencias de exactitud, otro escritor de la escuela de Manchester considera

como monumentos megalíticos únicamente a

lo~

siguientes:

l.º

menhir,

2.º

trilithon,

3.º

dolmen,

4.º

corridor tomb,

5.ª

alignment,

6.o

cromlech,

7.o

hunenbett,

8.•

Rock–

cut tombs,

que son los nombres clásicos de los restos de Bretaña. W.

J .

PERRY:

The

M egalithic culture of Indonesia,

Manchester, 1918, p ág. 1O.

'

Con toda razón, pues, la crítica ha condenado el nombre de

menhir

puesto por

algunos a

la

estela de Chavín, y la denominación con que Ambrosetci indica algunos

monumentos similares de

la

Argentina.

(2)

G ERMAIN,

Louis. -

Les origines de la civilisation précolombienne et les

théories d' Elliot Smith;

en

"L'Anthropologie",

XXXII (1922), p ág. 93-128.