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PIRÁMIDE Y ZIGURATH

167

pareciera a alguno excesivamente intransigente, piénsese en la "finalidad

constructiva" de cada arquitectura; es muy claro que, aún en el len–

guaje de puros constructores, el punto culminante de la pirámide es el

centro, y la masa que lo envuelve es accesoria, tan solamente defensiva,

y por tanto variable en extremo. En cambio nada significa el centro de

la

Zigur:atb,

cuya finalidad de construcción reside en la cima. Estas

elevaciones artificiales construídas en la llanura del Tigris, debieron re–

cordar a los fieles las colinas naturales del Este. Perrot ha dicho, con una

frase admirablemente comprensiva, que la pirámide egipcia es el

macizo

y colosal involucro de un cadáver.

Puedo añadir que la

ziguratb

es

el

zócalo macizo e imponente de un altar,

zócalo que debe permitir a la

divinidad continuar albei:gándose en los "altos lugares"

( 7) .

Ahora bien, siendo tan discutible la dependencia entre pirámides y

ziguratb,

y puesto que éstos constituyen los elementos más cercanos,

situados verdaderamente en contacto, entre la larga serie de monumentos

citados por E. Smitb, bien puede imaginarse el lector cuán corta espe–

ranza nos resta de alcanzar convicciones fundamentales y firmes, si he–

mos de extendernos basta los templetes dravídicos de la India, las "es–

carpadas"

( 8) del Padfico, y las

huacas

de bóvedas en saledizo de la

costa peruana

(9),

cuya cavidad se llenaba con capas de tierra

y

bultos

funerarios alternados.

También el Prof. Germai , más bien apologista que crítico de las

teorías de Elliot Smitb confiesa que es ex;agerada la conclusión de este

autor, de que "todas esas construcciones son esencialmente idénticas en

su plan general y en los aetalíeS". Sin embargo el mismo Germain, para

admitir que algo hay, en el fondo, insiste:

"Comment expliquer

(

1

O),

par exemple, que le grand temple de Palenque correspond, avec exactitu–

de, a celui de

Boro-Bo~dor,

situé dans l'ile de Java, si l'on n'admet au-

(7)

Es conocido, por intermedio especialmente de Cananeos, Hebreos

y

Ara-

meos, que\ los pueblos semitas veneraron, ya antes de ocupar las respectivas sedes histó–

ricas, ciertas elevaciones naturales, como morada de la divinidad

("altos lugares", o

bamóth}

en los que los dioses se materializaban en

betyles, masseboth, ascecim

de made–

ra y piedra. Ver :

Exodo

XXII. 24;

Deuter.

VII.

8.

(8)

Para las "escarpadas" de la Polinesia

(ahu),

ver las ilustraciones contenidas

en

el

interesante libro de la señora

ROUTLEDGE

sobre

la

Isla de Pascua, al capítulo

"Ahu,

or

burial- places",

pág.

165

y sigtes.

ROUTLEDGE SCORESBY,

Katherine. -

The Mystery of Easter /stand,

London,

1919.

( 9)

Descripciones de esta construcción

fnneraria, que no se difundió en el

interior, quedando exclusiva de la costa, especialmente en la zona de Miraflores, Cho–

rrillos

y

Tambuinga, las encontrará el lector en

WIENER,

C.

Perú et Bolivie.

París,

1880.

pg.

530-531.

(10)

GERMAIN

L. -

Les origines de la civ., ya citado,

pág. 97

y

98.