PIRÁMIDE Y ZIGURATH
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pareciera a alguno excesivamente intransigente, piénsese en la "finalidad
constructiva" de cada arquitectura; es muy claro que, aún en el len–
guaje de puros constructores, el punto culminante de la pirámide es el
centro, y la masa que lo envuelve es accesoria, tan solamente defensiva,
y por tanto variable en extremo. En cambio nada significa el centro de
la
Zigur:atb,
cuya finalidad de construcción reside en la cima. Estas
elevaciones artificiales construídas en la llanura del Tigris, debieron re–
cordar a los fieles las colinas naturales del Este. Perrot ha dicho, con una
frase admirablemente comprensiva, que la pirámide egipcia es el
macizo
y colosal involucro de un cadáver.
Puedo añadir que la
ziguratb
es
el
zócalo macizo e imponente de un altar,
zócalo que debe permitir a la
divinidad continuar albei:gándose en los "altos lugares"
( 7) .
Ahora bien, siendo tan discutible la dependencia entre pirámides y
ziguratb,
y puesto que éstos constituyen los elementos más cercanos,
situados verdaderamente en contacto, entre la larga serie de monumentos
citados por E. Smitb, bien puede imaginarse el lector cuán corta espe–
ranza nos resta de alcanzar convicciones fundamentales y firmes, si he–
mos de extendernos basta los templetes dravídicos de la India, las "es–
carpadas"
( 8) del Padfico, y las
huacas
de bóvedas en saledizo de la
costa peruana
(9),
cuya cavidad se llenaba con capas de tierra
y
bultos
funerarios alternados.
También el Prof. Germai , más bien apologista que crítico de las
teorías de Elliot Smitb confiesa que es ex;agerada la conclusión de este
autor, de que "todas esas construcciones son esencialmente idénticas en
su plan general y en los aetalíeS". Sin embargo el mismo Germain, para
admitir que algo hay, en el fondo, insiste:
"Comment expliquer
(
1
O),
par exemple, que le grand temple de Palenque correspond, avec exactitu–
de, a celui de
Boro-Bo~dor,
situé dans l'ile de Java, si l'on n'admet au-
(7)
Es conocido, por intermedio especialmente de Cananeos, Hebreos
y
Ara-
meos, que\ los pueblos semitas veneraron, ya antes de ocupar las respectivas sedes histó–
ricas, ciertas elevaciones naturales, como morada de la divinidad
("altos lugares", o
bamóth}
en los que los dioses se materializaban en
betyles, masseboth, ascecim
de made–
ra y piedra. Ver :
Exodo
XXII. 24;
Deuter.
VII.
8.
(8)
Para las "escarpadas" de la Polinesia
(ahu),
ver las ilustraciones contenidas
en
el
interesante libro de la señora
ROUTLEDGE
sobre
la
Isla de Pascua, al capítulo
"Ahu,
or
burial- places",
pág.
165
y sigtes.
ROUTLEDGE SCORESBY,
Katherine. -
The Mystery of Easter /stand,
London,
1919.
( 9)
Descripciones de esta construcción
fnneraria, que no se difundió en el
interior, quedando exclusiva de la costa, especialmente en la zona de Miraflores, Cho–
rrillos
y
Tambuinga, las encontrará el lector en
WIENER,
C.
Perú et Bolivie.
París,
1880.
pg.
530-531.
(10)
GERMAIN
L. -
Les origines de la civ., ya citado,
pág. 97
y
98.