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demos discernir

la proporción de verdad

que hay en cada historiador.

Sensibl emente han. ido disipándose

cardl~·

·

u.a.les errores:

ya ningún conocedor de

nuestra prehistoria s-ostiene que Pachaka-.·

maj es el Dios espiritual de que hablaban

con uncioso convencimiento los más

gra-;

ves cronistas; ni se confunde al Inka con

un Emperador a la· mánera europea del si–

glo XVI, ni se parodia a la simp1ista aso–

ciación aborigen con la sociedad medio–

eval dQ qu

fue-r-an gonfalones los heroicos

avent

de la

00

pµia.

e

'

Gra

nt _,

so

P-e

todo, a la- cont ibución de

las ·rrvestigaciones etnográficas acerca de la

naturaleza

y

el proceso evolutivo de los

Ay..

llus,

poseemos un-concepto más seguro de la

vj

da bajo el

tµkario.

La

mónada social que

hemos analizado en otro libro contiene todos

los elementos vitales que alimentaron aquella

antigua

y

admirable asociación que se cono–

ce en la historia bajo el sugestivo nombre de

Imperio del SoL Con más ventaja que el pa–

leontólogo que

reconstituye

toda una

~dad

re–

n1ota del globo con los miembros fosilizados

de la especie zoológica desaparecida, el in–

vestigador del Ayllu llega a la sorprendente

resurrección de

vida inkaica.