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-- 97 ;___

dor a sus criaturas, coge la arcilla, la amasa

entre sus dedos

y

la anima, triunfando el es–

píritu vital en el ánfora, como supervive el

artista en su

obra~

Alfareros inkaico que

compiten con el que hizo al hómbre de un

trozo de barro, cómo realizan

la -

harmonía

de

Hombre

y

Tierra.

Esbeltos ápodos inestables, tienen toda la

gracia de flores que, arrancadas de su

tallo~

han menester de un punto de apoyo.

El arquitecto ha tenido que

ser

construc–

tor del campo; él ha levantado la maravilla

del sistema de terrazas, él cavó las entrañas

de la roca p_

a.ra

dar paso al agua; como un

bíblico Moi és, la hizo brotar en pleno de-.

sierto.; edificó el granero, la ciudadela

y

1

la casa del dios;

el

arquitecto hizo la ciu-·

dad par morada de los escogidos,

·erigió

la habitación sin

el

espíritu urbano.

La danza compendió su sociomorfismo,

Wankas

y

Kaswas reunían al ayllu entero

para celebrar, con el regocijo del

ritmo, el

triunfo de la cosecha o del combate; solem–

nes danzas rituales sintetizaban el alma relí–

giosa, alma colectiva por excelencia.

Los cantos líricos estaban impregnados de

bucolismo, una brisa campestre agita las al–

'111as

de arn>ante

y

ama:da, como

el

viente–

cillo

mañB:nero hace

flamjear los

dorados

penachos del

·maizal. .