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dor a sus criaturas, coge la arcilla, la amasa
entre sus dedos
y
la anima, triunfando el es–
píritu vital en el ánfora, como supervive el
artista en su
obra~
Alfareros inkaico que
compiten con el que hizo al hómbre de un
trozo de barro, cómo realizan
la -
harmonía
de
Hombre
y
Tierra.
Esbeltos ápodos inestables, tienen toda la
gracia de flores que, arrancadas de su
tallo~
han menester de un punto de apoyo.
El arquitecto ha tenido que
ser
construc–
tor del campo; él ha levantado la maravilla
del sistema de terrazas, él cavó las entrañas
de la roca p_
a.radar paso al agua; como un
bíblico Moi és, la hizo brotar en pleno de-.
sierto.; edificó el granero, la ciudadela
y
1
la casa del dios;
el
arquitecto hizo la ciu-·
dad par morada de los escogidos,
·erigió
la habitación sin
el
espíritu urbano.
La danza compendió su sociomorfismo,
Wankas
y
Kaswas reunían al ayllu entero
para celebrar, con el regocijo del
ritmo, el
triunfo de la cosecha o del combate; solem–
nes danzas rituales sintetizaban el alma relí–
giosa, alma colectiva por excelencia.
Los cantos líricos estaban impregnados de
bucolismo, una brisa campestre agita las al–
'111as
de arn>ante
y
ama:da, como
el
viente–
cillo
mañB:nero hace
flamjear los
dorados
penachos del
·maizal. .