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El poeta recoge todos sus tropos de las be–
llezas rurales.
Las leyendas divinizan los productos de la
tierra. Entes simbóHcos del maíz, de las pa–
pas, del
ají ~
de
la quinua, represenl.,1n
un
dra
m.a
mitológico en el teatro de la popular fan–
tasía.
El mito de los orígenes arma de una áurea
barreta al héroe fundador: allí donde se la
hunda-tierra vegetal-deberá fundar su
im–
perio.
E
ás
allá
y
el alma lnkalca
p ne
11ad{)
tan íntimamente
n tu1r:al ia
que
en el cerebro
inkaico
o cabida la invención de un
mund
1nvisi
l ..
He-
aquí .la esencial diferencia entre· el
hcmbre del Tawantinsuyu y el hombre de
Europa que lo avasalló y esclavizó.
El hombre de Europa había heredado la
Religión del Más Allá que le hace concebir,
cerno síntesis de la existencia, la conquista
d(' Ultratumba. El hombre de América no se
1
imaginaba que todo lo que hiciese en vida
tenía que ser subordinado a ese Otro l\lun–
.do de que le hablaban, sin él entenderlo,
Jlos
sacer~otes
y
encomenderos.
No tenía sentido en la vida inkaica la pa–
labra Infierno. Era un
~fi/atum
vocis
la pal
1
a-