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é ívití.ZACIÓN
PERUANA
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cia, y a la del Santo al cual se ha de venerar, viendo en él a un
espejo de virtudes y de perfecciones
morales~:
..
La moral del presente capítulo estriba en lo siguiente:
Los antiguos peruanos
no
tuvieron la noción, durante el pla–
zo de su pretendida
idolatría,
de la existencia de un
genio del mal,
opuesto a un
genio del bien.
Ignoraron la rebelión de los ángeles malos contra Dios, pun–
to de partida que ha sido del demonismo. cristiano.
Ignoraron, de consiguiente, a este último.
El Supay quechua, engendro de ideas cristianas, mal asimHa–
das por la mente india, fué de hechura c.astellana.
Si hubo un pueblo Supe, o "pueblo dei diablo", como hubo en
tierras de Tacna una "Quebrada del Diablo", y en el remate del
valle de Sama un "Morro de los-Diablos" (el actual
Morro de Sama,
así designado en los derroteros de la mar del Sur de los primeros
años de la ·colonia), ello se debió, según creemos, a que en el man–
to arenoso de los cerros
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tuvieron que ver con aquellos lugares,
se vieron trazados por
no de antiguos artista_s indios, siluetas
disformes de antigu{)S guerreros, que hasta allí conquistaron, y de
antiguos mandone
cac1qu
que hasta allí gobernaron en nom–
bre de los soberanos del Cuzco; cosas inocentes en sí, en las cua–
les el
evangelizaq.orcastellano, intento en extirpar antiguas usan–
zas, vió rastros diabólicos de idolatría y de
demonismo
que injus–
tamente achacó a las antiguas gentes peruanas.
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