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HLs¡rOtdA DÉ

tA

é ívití.ZACIÓN

PERUANA

321

cia, y a la del Santo al cual se ha de venerar, viendo en él a un

espejo de virtudes y de perfecciones

morales~:

..

La moral del presente capítulo estriba en lo siguiente:

Los antiguos peruanos

no

tuvieron la noción, durante el pla–

zo de su pretendida

idolatría,

de la existencia de un

genio del mal,

opuesto a un

genio del bien.

Ignoraron la rebelión de los ángeles malos contra Dios, pun–

to de partida que ha sido del demonismo. cristiano.

Ignoraron, de consiguiente, a este último.

El Supay quechua, engendro de ideas cristianas, mal asimHa–

das por la mente india, fué de hechura c.astellana.

Si hubo un pueblo Supe, o "pueblo dei diablo", como hubo en

tierras de Tacna una "Quebrada del Diablo", y en el remate del

valle de Sama un "Morro de los-Diablos" (el actual

Morro de Sama,

así designado en los derroteros de la mar del Sur de los primeros

años de la ·colonia), ello se debió, según creemos, a que en el man–

to arenoso de los cerros

<[U<1

tuvieron que ver con aquellos lugares,

se vieron trazados por

no de antiguos artista_s indios, siluetas

disformes de antigu{)S guerreros, que hasta allí conquistaron, y de

antiguos mandone

cac1qu

que hasta allí gobernaron en nom–

bre de los soberanos del Cuzco; cosas inocentes en sí, en las cua–

les el

evangelizaq.or

castellano, intento en extirpar antiguas usan–

zas, vió rastros diabólicos de idolatría y de

demonismo

que injus–

tamente achacó a las antiguas gentes peruanas.

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