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. HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓN PERUANA

319

tales, sino, a la vez, sus facultades pensantes, vencedoras de la

1nucrte, su espíritu vigilante, inclinado a ver por el bienestar de

sus hermanos de

aillo,

sus aptitudes, siempre dispuestas a conjurar

en el más allá los peligros que sobre aquéllos se ciernen.

De allí el

culto de los muertos:

culto noble, filial

y

conmove–

dor cual pocos en el mundo.

Este culto, hecho de afectos

y

remembranzas por demás res–

petables, tiene su

a1·a

en la

huaca

que guarda los restos mortales

• de los que en vida formaron parte del

aillo

consociados en su ló–

brego seno por la eternidad; su sacerdote el antiguo

Humo

o he–

chicero, convertido en el

rimachic,

esto es, en el levita que cuida de

las momias tutelares, las consulta en ocasiones dadas

y

las hace

hablar;

momias, ·decimos, que al hablar por boca de sus custodios

son denominadas

rimacs:

"l'as

momias que hablan"; las momias

que aconsejan en el presente

y

con sus amonestaciones se antici–

pan al porvenir; el "confesor" en el

ichuri,

el

censor

que conoció

las faltas civiles cometidas por sus hermanos de aillo

y

los reveló

al

Huillac Uma,

el cual a su vez los repitió al oído de la cabeza de

la momia habladora, de- donde provino su nombre de "el que avi–

sa"

(huillac)

a la cabeza

(u.ma

)

de aquélla.

¿Hubo en todo esto el menor asomo de

demonismo,

en el sen–

tido verdadero de la palabra? ...

¿No se engañaron lastimosamente Estete, el compañero de

Hernando Pizarro en la aventura de Pachacamac de

1533,

al es–

cribir acerca de un ídolo en que

el demonio "se nietió

por envidia

del Dios puro, para engañar a los indios",

y

los evangelizadores

de Caj amarca

y

Huarochirí, los cuales mandaron destruir por el

fuego a cerca de

diez mil

momias tutelares de

aillos,

viendo en

ellas a igual número de

ídolos

habitados por

el demonio?

No

fué de ninguna manera al demonio a quien los aillos pe–

ruanos consultaron, dentro de las modálidades de la idolatría que

indebidamente se les achacó.

· Fué, en un sentido de filial cariño, al progenitor, al funda–

dor de sus respectivas estirpes

y

de su nacionalidad;

y

ello sobre