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R. CÚNEO -VIDAL
Tiahuanaco fué el
Lassa
de un
Tibet
de América.
Mientras aquella religión, tan de la muerte, sigue su curso,
ajena de pensar en que día llegaría en que otra habría de rele–
garla a segundo lugar; medran
y
se robustecen las colonias
mit–
mas
que los Collaguas de la urbe de los Muertos Sentados envia–
ran antaño a los valles
chuapínyungas
y
yungas
(semitropicales
y
tropi~ales)
de la vertiente occidental de la cordillera de los An–
des, con rumbo a los ubérrimos valles de Moquegua y de Tacna.
El ambiente que envuelve, en aquel su nuevo asiento, a aque–
llas primitivas agrupaciones oriundas ·de una áspera serranía
es
otro.
,
Dentro de él, la primavera ·sucede al otoño, heredero de los
fríos invernales,
y
sirve de prólogo al ópimo estío.
La naturaleza muéstrase risueña e inspiradora durante aque- ,
llos sus meses mejores.
, Amenos sembríos tachonados de flores, y cosechas abundosas
responden al e fuerzo del
ag~icultor.
El sabroso mª'1z reemplaza a la quinua de amargo gusto te–
rroso.
. Sus
granos ~
majados y fermentados, dan de sí la bebida, en
lo sucesivo
nacional,
de la
chicha,
con sus embriagueces, madres
de estros
y
de arte.
Aquellos
mitmas,
que comienzan por decirse. Lupacas, en el
sentido de "hijos del Sol", intl,lyen y comprenden que todo se lo
deben al Astro magnífico, a que aplican el nombre de padre,
y
al que se sienten tentados de dar el de
Dios.
Aquéllo no tarda en suceder.
Nace, en plena comarca lupaca, la religión del Sol, sin que
ello importe menoscabo para el culto ancestral de los .Muertos.
Aquel comienzo de innovación amenaza en sus fueros a la
vieja ortodoxia tianahuaquense.
Su sacerdocio apréstase a combatirlo.
De allí, por parte de los Collos-Lupacas, fautores de la
re–
forma,
la cruzada contra Tiahuanaco,
la
ruina de su urbe, y el
ocaso de la llamada primera civilización peruana.