HISTORIA DE
LA CIVILIZACIÓN
PERUANA
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oriental de la cordillera de los Andes, a la
meset~
andina, en donde
se verificó la fundación de la urbe.
De suerte que el
mallco
aimara, padre del
manco
quechua,
fué en buena cuenta el guía, el vaqueano, el
scout,
el
pathfinder,
el
1naqu.ileff
de una horda andina en marcha.
Una severa crítica deberá reconocer que no fué
otro
el papel
que les cupo desempeñar a los
Mancos
de la leyenda, que inter–
vinieron en el éxodo de los aillos salidos de la comarca ribereña
del Titicaca a la fundación del Cuzco.
A lo cual cabe agregar que, ·antes de ser_ tales guías o adalides
de una horda en marcha, el
mallco aimara,
el
rnanco
quechua, y el
manquileff
araucano, fueron los exploradores a quienes incumbió
la tarea de reconocer,
disfrazados de cóndorles,
las tierras hacia
las cuales habían de guiar, llegado que :fuese el tiempo oportuno,
a sus congéneres.
Los exploradores de la S.agrada Escritura, enviados por Jo–
sué, acampado a Ja s
z&
con las doce tribus a orillas del Jordán,
a reconocer los Yi,.., ed0s ópinws de Jericó, fueron prácticamente,
los
niallcos,
o sea los
iancos
de aquel episodio decisivo de la vida
del pueblo de
is
ael.
&
Qué
disfraz
adoptarían ellos para no ser reconocidos de las
gentes cuyas tierras
reconocieron~
...
El paisaje en medio del -cual vivieron los andinos,_ con la
teoría· de sus cumbres pobladas de cóndores, les sugirió, sin duda
alguna, el ardid de copiar en la persona de sus exploradores las
trazas y los andares de aquellas aves "corredoras", las veces que,
desde sus breñas natales, otearon las tierras de sus vecinos.
La reminiscencia de aquella treta, propia de pueblos primi–
tivos, permanéce vigente entre los indios de Charcas en Bolivia,
cuyos valles reconocieron los
honibres cóndores
desde las cumbres
de las sierras vecinas, antes de invadirlas las huestes de Maita
Capac
y
agregarlas a los dominios imperiales.
.
Una de aquellas, por las cuales las huestes cuzqueñas apor–
taron al ubérrimo valle de Cochabamba, sigue denominándose
Ta-