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R. CÚNEO -VIDAL

culinas, ocurrió el hecho singular de que el mandón (hombre) con–

tinuó recibiendo el título femenino de

cullaca,

equivalente de

her–

mana,

convertido más tarde en

curaca,

conversión que no alcanza

a borrar el aspecto femenino de su origen.

Se echa de ver que durante el lapso de tiempo que aquella

evolución demandó, los andinos buscaron un término que expre-

,,

sase los siguientes conceptos:

el que es mayor, el mayorazgo, el

que manda,

y creyeron hallarlo, a falta de cosa mejor, en el tér–

mino

cura.ca

,

sirn.ple modificación según venimos diciendo de

cu–

llaca

o

hermana.

En esta forma se aclimataron en tierras peruanas las voces

antillanas

cacique, cacica

y

cacicazgo, con detrimento de las voces

nativas equivalentes.

En la tercera parte de esta obra, consagrada a las razas e

instituciones específicamente cuzqueñas, trataremos de las man–

donas peruanas, gobernadoras de comunidades indígenas

a título

de "hijas del trueno".

Baste decir por aho a que las dichas

mandonas,

sin dejar de

ser las

cullacas

o

"hermanas"

de sus indios en la intimidad de

sus respectivos

aillos,

fueron conocidas con los siguientes nom–

bres alusivos de su mencionada condición de

"hijas del trueno":

Illapomas,

o .hijas del

!llapa

o del trueno.

Y apomas,

igual significado.

Tallapomas,

ídem.

Tallanas,

ídem.

Tallancas,

ídem.

Tallitas,

ídem.

Apu-illanas:

mujeres-juez.

Capullanas,

ídem.

Capullínas,

ídem.

Caplinas,

ídem.

Damos a continuación algunos ejemplos del empleo de una

de estas tales voces :

De 1640 a 1703 gobernaron el curacato de Tarata, dependen–

cia que fué del curacato lacustre de Pomata, doña Isabel

Illaporna