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HORAC!O H. URTEAGA

Tenía, como la latina, declinación,

y

con sólo una la apli

caba indistintamente a los nombres, los adjetivos sustanti–

vados, los pronombres, los nombres, los adjetivos genitiva–

dos

y

los participios. Empleaba en ellas dos formas, pero con

diferencias meramente eufónicas. Distinguía el genitivo del

ablativo, por medio de preposiciones. Tenía dos formas de

plural, con agregación de

partículas,

y

con

la repe–

tición del nombre y del pro–

nombre, siendo de notar

que en la declinación, la .que

recibía las variantes, era

Apa;=~~od~ligonal

ciclópeo, primer

sólo la partícula, . quedan-

do libre

y

sonoro el nombre en todos sus casos; todavía se in–

dicaba la pluralidad

y

a la vez la reciprocidad con agregado de

otras partículas. Nada más admirable que la flexibilidad de

sus pronombres

y

sus varian–

tes tan regulares

y

tan fijas.

Los pronombres posesivos su–

plían a veces a los personales,

y según el calificativo del emi–

nente filólogo español, consti–

tuían en la lengua kechua un

verdadero tesoro.

Aparejo poligonal regular, segundo

periodo.

El verbo kechua era tanto o más digno de atención que

el pronombre. Era regularísimo, no tenía más que una con–

jugación, ni más auxiliar que

cany.

Con el cany, que signi–

ficaba ser, estar, haber y te–

ner, formaba los tiempos com–

puestos y la voz pasiva. Las

terminaciones de este auxiliar

y, es más, eran las de todos los

verbos. Sabido uno, sabidos

todos,

incluso el

sustantivo.

Aparejo poligonal irregular, período

o sé que suceda otro tanto

de transición

en ninguna lengua de Euro–

pa. ( 1).

(1)

.-Pí

y

Margal!.

Hist<n-ia de América,

t.

II.