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RICARDO ROJAS
Alma profundamente mediterránea, por sus aplitudes
de observación
y
sugestión subrepticia, unidas al don
pampeano de la boca insinuante
y
parladora, ha nacido
con las calidades necesarias para triunfar. El n1edio
ambiente impone sus limitaciones ; cautivo analfabeto,
ha resultado el fascinador de los indios. Hoy ejerce
una especie de protectorado sobre las tribus ; es su
canciller, su caudillo, su pacificador,
y
el nombre del
gaucho afortunado es conocido de todos los caciques.
¿
Por cuáles medios ha llegado á este fin
?
Él mismo lo
ignora. Se esconde en ello, sin duda, un lento, sordo,
complicado trabajo de s"n1ulación. Es arquetipo de la
raza hisp
no,Ll.'llcLIL>cf.I>
perfeccion d
a de las selvas, temiblemente
ti udes adquiridas. Embelecador
1ns1~ne
y
ar
n<p sólo eapaz de realizar triviales
sugestiones,_ sino de sorprender en el torbellino de la
realidad conceptos fundamentales de filosofía
y
de
gobierno. Se ha
explicado.elcaudillis!llo sudamericano,
por la preponderancia de los elementos indígenas en la
formación de nuestras sociedades. Fúndase la teoría
.
.
en las prácticas
y
los conceptos personalistas de la tribu.
Y Pérez ha observado también el hecho desnudo, aunque
sin derivarle sociologías -vedadas en absoluto para
él.
En cambio saca de. ello ventajas en la vida cotidiana.
Él sabe que los indios, por extensión de sus propias
ideas, no conciben el gobierno cristiano
y
civil, como
entidad abstracta sino como individuo tangible,
y
que
las palabras
Gobierno NaCional
con las cuales entre