IV
LEYENDAS DEL HIERRO
.
.. . Lanza en ma
fü!
zaga de Pérez, venía Gabriel,
su indio escudero lle.g do desde lo interior del Chaco
para ofrecer la
ision e unas trious
á
ca1nbio de
alimentos ... Y
ya
veréis que si al hacer la siluelu del
fascinador,
á
este otro le posponía, era para re "tlzarle
después, desde que la figura del indio es por sí tnisma
tan importante, que reclamaba tela propia.
Cu~ndo
se apearon ambos jinetes, fuimos
á
senlurnos
·á la sombra de la galería : Pérez con nosotros,
y
Lras
de Pérez, Gabriel, que seguía sus pasos con la do<.:iliJad
silenciosa de un animal doméstico. 1nstalados en el
corredor de la estancia, el embajador chaqueño se
sentó á mi lado, tan inseparablemente a::;ido á su lanza,
que parecía un apéndice de ella.
Era característica su indumentaria : la desundez del
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