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EL PAIS DE LA SELVA

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van sus costumbres, otros trabajan por una miseria en

los obrajes.

- ¿Y quién los mantiene?

- El gobierno nacional, por medio de la provedu ría

del Tostado, me da yeguas. Prefieren esta carne

á

la

de vaca, y no cuesta nada.

- Sumisión barata .

' - ¡

Claro

l

Per~

dicen que desde el primero de Enero

les van á suprimir la ración ... Vea Vd. las economías

que hacen!

- Así es ; pero la gente del gobierno ni noticias

tendrá de esto ...

- ¡

Oh

!

debí saber. La inanera de tenerlos sujetos

á semejantes bá1bar

es darles alimentos ... Ya ve:

éste viene á dec · <DJe otras tribus vendrán, si les

aseguran la co · ida y la rotección.

- Luego no sou tan n1alos ...

- ¡

Qué han de ser

!

Sucios, infelices, ociosos, es

lo único que son. Pero ni eso : apenas trabajan y le

toman gusto

á

los patacones,

siguen.

El !n<lio Gabriel oía sin comprendernos, quieto como

· un escolar sumiso, como un obediente esclavo . Era la

imagen de su raza, ofreciendo ella misma la obediencia

por víveres, ajena

á

la voluptuosidad de las matanzas, á

las sensualidades del botín,

á

las lujurias del incendio,

no siendo en esas h_oras paroxísticas de la barbarie

colectiva, cuando la sangre embriaga todavía al hombre

~bio

ele los naciones europeas.

¿

Hay cosa n1ás épica-