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EL PAIS DE LA SELVA

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trial, y la ciudad ha de vencer, por ese lógico sistema,

los últimos renacimientos de la hidra selvátjca. Primero ,

los fortines, los estaciones ferroviarias después y los

campamentos forestales más tarde, tales fueron las

avanzadas que la civilización hizo en sentido inverso,

siguiendo siempre, según la fórmula de Sarmiento, de

¡as ciudades á las campañas. Este movimiento expansivo

fué acompañado de un éxodo de antiguas poblaciones

santiagueñas siendo esa conquista de las selvas orien–

tales, obra exclusiva del habitante regional. Hombres

de Salavina, lVlatará, Atamizki, Ojo de Ag·ua, vinieron

á

poblar la nueva zona. Desde Icaño hasta Añatuya,

desde Suncho o ral hasta el Tostado, las breñas y las

abras se han poblado con estos ponieres de la civiliza-

. ción, salidos d e Ja ·sma raza de indios y españoles

que glorificó de epopeyas todos los rincones del nuevo

mundo. Hoy se va en ferrocarril hasta el centro de los

bosques an tes desiertos, y son genuínamente castellanos

los apellidos que uno encuentra en los ranchos solita–

rios ó las al deas nacientes : Villagrán, Basualdo,

Ortiz, !barra, Garay, Aguirre, Góngora, Ma'nrique,

son palapras que evocan al ignorado abuelo conquis–

tador, mientras el tipo físico recuerda aún al pueblo de

las primeras encomiendas, allá en el 'siglo xv1, mezcla

del alma quichua con el alma española, como en las

páginas de este libro - visión de siglos que llegaba

á

mi mente, con el tumulto de la historia, aquella

noche de viaje, rodeados por los propios bosques