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EL PAlS DE LA SELVA
24-7
la posibilidad de alucinaciones- delirantes. Ahora mismo
recobran forma y colorido ante mis ojos las inmóviles
copas negras
y
el suelo erizado de aibes y chaguares.
Fué allí, entre las matas ásperas y el alto dosel salvaje,
donde ocurrió lo singular del suceso.
' Junto al cli1natérico huiñaj, un ser informe comenzó
á moverse. Pudo engañarme la luna, desgarrada entre
los ramajes ; pero, como para destruir la falsa hipótesis ,
lanzó aquella especie de trasgo insubs tancial, roncos
aúllos, semejante
á
un perro que sueña. Pudo ser el
jayán del hacha, recogido á dormir en pleno teatro de
o, como los otros leñadores;
mas, no erá él ta
11 )0-Co,
pues al discernir inás clara su
silueta, clescu
naje sobrenatu1·al. Apoyado
en el tronco, se ocultaban sus pies en la maleza ; muslos
y vientre eran velludos : nada velaba su ünpúdica des–
nudez. La cara, abon1inable, conservaba tal vez algo de
humano, pero en el áspero diseño, la boca resultaba
asaz grotesca, la nariz harto deforme, demasiado hirsuta
·la barba, y la frente por demás fugitiva.
Ante tainaño engendro, quedé espantado. Ahogaba
la
respiración.enthnido anhélito para no' ser descubierto.
Y espiándolo desde ese rincón trocado por el iniedo en
refugio, conseguí mirar sus
ma~1os
: cinco dedo ágiles
jugaban en un canuto de caña indígena donde soplaban
s~s
labios. De pronto, aquella suerte de zan1poña dió