![Show Menu](styles/mobile-menu.png)
![Page Background](./../common/page-substrates/page0270.jpg)
252
RICARDO ROJAS
son los hijos de ella, y vienen á destrozar á la madre ...
En efecto, la Selva sintió, en los orígenes de su his–
toria, el paso de las embajadas salvajes que iban á pedir
á
los Incas los beneficios de su noble civilización; oyó,
posteriormente, el piafar de los potros de la conquista,
á
cuya grupa venían los buscadores de los Ríos del
Oro; escuchó después la monótona plegaria de los mi–
sioneros, cuyo rumor imitaban, como un eco. divino,
les susurros de la brisa en la fronda; holláronla más
tarde los gauchos de
ayo dirigiéndose al Alto Perú, en
la más bell
:ra por la libertad que hayan visto los
iér n·la en seguida los galopes de las
montonera&
erales ¡
y
vió, por fin, el avance de los
ejércitos que iban á exterminar en su propio seno
á
los
últimos sobrevivientes de las razas bárbaras ; pero to–
dos pasaron por ella como el propio huracán de sus
tormentas que la agitó cien veces, dejando siempre in–
cólume la integridad de sus siglos.
Por esó Zupay agregó :
-
Tal vez un día no lejano, tú inismo asistas con
horror á la carbonización de sus postreros árboles, ar–
diendo la seca broza en babilónicos incendios que ha–
gan palidecer
á
las estrellas ... Anunciaron los zodíacos
que esta virginidad se-ría violada y ultrajado el pudor
de su sombra. Cayó el primer quebracho, otros nuevos
tumbaron tras; él ; y al clarear la luz en el bosque, irra-