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RICARDO ROJAS
Según la mitología regional, Zupay, universal
y
ubicuo en su estado latente, es multiforme en sus mani–
festaciones. Prefiere en sus metamorfosis figuras hu1na–
nas. Ha encarnado alguna vez en cuerpo de hermoso
mancebo, apareciéndose en un rancho de la espesura
para tentará cierta mujer ingenua. Se ha mostrado otra
ocasión como un gaucho rico y joven que visitó la selva
en su caballo enjaezado de mágicos arreos. Otra sazón
un paisano, cantor de la comarca, atravesando el
bosque, rumbo á la fiesta, vióse de antuvión aeompa–
ñado por alguien que le desafiaba á
p~yar,
guitarra en
inano : -
e-ra también el Malo, como en la leyenda
pampeana d
s Vega. Los nati os hablan así
mismo del D e
, pe ueño Zupay, en quien se reco-
noce, como
os a tedichos personajes s1,i origen
español. Es
tra vi es enano de la siesta, con su corta
estatura, su rostro magro y barbirrucio, el ingenio
maligno bullendo bajo el ancho sornbrerole de copa en
embudo. Recorre las tortuosos senderos de la fronda ;
peregrina luengas jornadas yuso el ardiente can de
esos mediodías ; y asoma á la vecindad de los ranchos
en busca de niños, como si tambien allí, cual en tiem–
pos de Giles de Lava!, fuesen necesarios los cuerpos de
párvulos, con cuyos tiernos huesecitos y sonrosadas car–
nes, preparábanse 'pócimas
y
ungüentos de hechicería.
Los hijos de la selva refieren otras revelaciones de
Zupay. Cierto día los montes saladinos oyeron los bala–
dros de un fabuloso
toro-.
bestia chúcara de olímpica