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EL

PA.IS

DE LA SELVA

167

aprende su ciencia, . junto

á

las cátedras diabólicas ...

Se ha creído ver en esta última leyenda un eco supers–

ticioso deJa vetusta universidad casiellana, pero seme–

jante hipótesis no es aceptable : la tradición americana

y la.propia universidad, tomaron su nombre de la misma

ciudad histórica. Sin referirme

á

las

S magogas,

como

llama Jean Weiss

á

las asambleas solemnes que cele–

b'raban los brujos de aquél tiernpo, tendr ía en

~i

apoyo

el testimonio explícito del P. Ma t eo de Ghiraldo,

antiguo exorcista de la Inquisición : él afirma la exis–

tencia de escuelas clandestinas de mag-ia, que tuvieron

sus aulas en cavernas profundas de Sevilla, Toledo,

Sala1nanca, -

h1 ,

es ünpíos cuya entrada mandó

tapiar la católica maj stad de Isabel.

I

Esto confirm

e>

·

señalaba en otra par te de este

v.~-.._

libro : la virtud conservadora de las selvas , la

adh~sión

del espíritu indígena á la vida esotéri ca y la tenacidad

de su memoria colectiva. El medio ambiente , las nue–

vas costumbres sociales, las sugestiones propias de la

breña, desfiguraron

á

su vez los trazos externos de

estas creaciones varias veces seculares, aunque sal–

vando el núcleo original. Al diablo sustituyóle Zupay,

un dios zahareño al fin. La maga fué la pobre inora–

dora de los bohíos co1narcanos ; la caverna docta del

viejo mundo se convirtió en un silo agreste; y al cobrar

su nombre sentido

a~tonomásico,

las Salamancas se

inultiplicaron en las selvas y las montañas de América.