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que de continuo s
cjcrd.i
obrl: sus pl–
labras
i
movimientos.
b
disciplina
ri~u
rosa que reprimía los menores extrav10_,
i
el pensamiento de la muerte, qu se
mezclaba a todos sus actos
í
p r samícn–
tos. Para los que vtví n r tirados en he–
ladas punas, los colosalc.s n vados, los
horribles pre:ipícios, las lluvias de t'ayos,
i
el
aspecto monótono del amarillo pajo–
nal, no podían dejar- de llevar el d salien–
te
í
a veces la des speradón a los espíri–
tus queVa heredada tristeza había abati–
do: era de recelar
la
muerte por consun–
ción o
el
suicidio."
Este juicio que termina con n pro–
nóstico tan lúgubre, es aún favo .able
para la literatura de los incas ,
¡:ue ~
no
han faltado quienes les hayan negado,
cultura e inteligencia,
i
han ido mas lejos
todavía, hasta pretender desvirtuar las a–
severaciones de los contemporáneos, a pc–
¡ar de existir documentos
i
citas tan pre–
cisas como las de Juan Betanz:os. uno
de los primeros historiadores del Perú
i
que la s bebió de los mismos labios de los
incas, cuya lengua llegó a poseer; así al
hablar del inca Pachacutec, nos da las
primeras noticias de
la
existencia de la
lírica heróica al escribir que:
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